Tengo un hermano que se llama Jorge (I): imágenes

“Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, no estabas lo suficientemente cerca”  (Robert Capa)

Hoy mi hermano Jorge cumpleaños. Un motón. Sé que espera un texto sorprendente y brillante. De entrada, sólo felicidades.

Para buscar inspiración he mirado viejas fotografías familiares que es una actividad que todos los horóscopos dicen que nos encanta a los Cáncer, ascendencia y amiquemecuentas. He consumido mucho tiempo y sólo he conseguido evocar con un placer diminuto y cotidiano momentos triviales de felicidad pasajera. La fugacidad también se manifiesta en la brevedad del recuerdo, sólo su intensidad  y repetitividad alimenta su perdurabilidad. Al final, los mejores momentos son aquellos cuyo recuerdo evocamos una y otra vez de manera tal que al final recordamos el recuerdo.

Por ello, antes que loar las cualidades de mi hermano –que las tiene- u ocultar sus defectos –que haberlos, hay los- voy a reavivar algunos momentos del pasado en imágenes de ambos y a rememorar episodios pretéritos “aleatoriamente” elegidos.

Entre las imágenes hay dos complementarias; en una de 1966 aparecemos en el balcón del piso familiar de la calle Guipúzcoa y él pasa su brazo protector sobre mi hombro. En ese mismo lugar, unos años más tarde, en 1978 soy yo quien pasa el brazo sobre su hombro. Aunque aparecemos burdamente disfrazados con trajes militares nadie en nuestra familia, afortunadamente, comulga con tal institución.

Hay otra en el Lago de Banyoles, en el mismo año 78; el más guapo de la foto soy yo.

En las muchas excursiones al Pirineo hay una de 1981 en Isil (Pallars Sobirà, Lleida); la foto es automática y la nevada espectacular. Los jerséis los había zurcido mi madre y eran grandes y calurosos. Creo que todavía hoy lo guardo en el armario, con los viejos e inútiles objetos que sólo sirven para llorar.

De entre todas la última es para mí la mejor. Fechada en 1971, en el zoo de Barcelona, tiene toda la esencia de una infancia irrecuperable. No posamos, casi fue captada de imprevisto… yo estoy bebiendo de la cantimplora, mi hermano lleva un macuto de la NASA por el que siempre tuve envidia. Estamos juntos. Sólo tenía diez años, han transcurrido más de cuarenta desde entonces. Cada mañana que empieza ansío la misma inocente felicidad que en aquellos días bañaba mi infancia.