Hay una fila de mujeres detrás de mí y miro la nuca de la mujer que me sucede. No estamos haciendo la cola del pan. No vamos a coger el tren hacia alguna parte. No estamos calladas, aunque no hablemos. No olvidamos, aunque miraos al frente. No somos un desfile ni una procesión. No asentimos, no negamos, no lloramos. No ahora, cuando tenemos una edad para ser nuestras madres por fin. Ahora estamos celebrando que hay una mujer delante y otra detrás.
Autor: Ana Pérez Cañamares
Ilustración: Gao Xingjian, “On the Shore – Sur la Rive” (2016)
Vulnerable, ayer te vi: sentado, frente al monitor, el pijama en los tobillos, la mano engolfada en el miembro nervioso y derecho ante la imagen bidimensional de una tetona en edad legal mostrando el esplendor de un coñito depilado, suculento y hospitalario.
Luego me vi: mi cuerpo en el espejo, un cuerpo que me duele, un cuerpo-miseria, GRAVE.
Tardamos el mismo tiempo en descargar: tú, el semen furtivo; yo, mis cuchillas como lágrimas.
Tú apagaste el ordenador. Yo no podía hacer
NADA.
Autor: Eva Vaz
Ilustración de Fidel Fernández
EL BESO
El sexo, entre otras cosas, mueve el mundo
y a cierto nivel hay algo que no entiendo:
bien es sabido que basta uno para el orgasmo;
se precisan dos, sin embargo, para el beso.
Autor:María Elena Higueruelo Illana
Fotografía de Frank Horvat
El amor es sencillo a veces
Algo tan sencillo como ponerse de puntillas para alcanzar una manzana, mirar el patio de una casa por encima de un muro, dar un beso, hacer menos ruido al caminar.
El amor es preguntar ¿vienes conmigo hasta la boya amarilla?, apuntar con un dedo el horizonte y no tener que nadar en soledad nunca más.
El amor es no querer que te quemes, quitarte polen de gramínea del pelo, preguntar con suavidad si tienes frío.
El amor puede ser estar mucho rato bajo el sol con los ojos cerrados y ser tan feliz que consigues no pensar en la muerte.
El amor puede ser también oír una bicicleta que frena delante de tu puerta. Pelar pipas en un banco, señalar una trucha que salta a lo lejos o un meteoro que cae. Escuchar una canción que no te gusta y aun así pensar la vida es buena.
El amor podríamos ser fácilmente nosotros dos pegándonos porque nos parece divertido, manchándonos porque nos parece divertido, despidiéndonos porque despedirse es siempre divertido.
El amor es apartar un cigarrillo de tu boca. El amor es acariciar los dos al mismo perro. El amor es echar una carrera, llorar de risa, dar una patada por debajo de la mesa, no avergonzarme, ante ti, de mi ropa vieja.
Autor: Alba Flores Robla
Fotografía de Bert Hardy
LA ELEGIDA
“No puc dormir soleta, no. Què em faré, lassa, si no mi es passa?”
Malgastaré los años que me quedan escribiéndote las palabras ardientes de haberme sentido la elegida. Porque soy prisionera de tu cuerpo, de esta carne salvaje, del vello dulce de la axila, de los pezones argollados y de aquel primer beso suspendido, mutilado antes de nacer tan cerca de los labios.
Autor: Raquel Casas
Fotografía de Andrey Povarov
SAQUEO
Como un depredador entraste en casa, rompiste los cristales, a piedra destruiste los espejos, pisaste el fuego que yo había encendido.
Y sin embargo, el fuego sigue ardiendo. Un cristal me refleja dividida. Por mi ventana rota aún te veo. (Con tu cota y tu escudo me miras desde lejos). Y yo, mujer de paz, amo la guerra en ti, tu voz de espadas, y conozco de heridas y de muerte, derrotas y saqueos.
En mi hogar devastado se hizo trizas el día, pero en mi eterna noche aún arde el fuego.
Autor: Piedad Bonnett
Ilustración: Picasso, “Desnudo de mujer con su gato” (Jacqueline) (1964)
Dijeron: todo lo puede el amor y que a la vez es frágil como esqueleto de ave que tendría apellidos, rostro, manos una dirección y una biografía punto rojo de usted está aquí lo quise creer igual que no se duda de la rotundidad de la campana porque no había lugar para otra música nada sobrevivía a su estampida cien mil violines como cien mil potros que deshacen en polvo el horizonte esperé a que llegaran sus tenores nocturnos mercenarios de uno en uno cantamos juntos hasta la ronquera bailamos como marionetas cojas improvisamos melodías que eran más rezo que canción, más fe que alegría ardimos a lo bonzo, ateos monjes como corcheas nos sentamos meciendo los pies al filo del incierto abismo y cada vez tuvimos que aprender a hablar la lengua del resucitado ahora el cello alimenta telarañas y el amor es discreto como un muerto al tambor lo acalla el silencio de la noche en los caminos crepita el hojaldre de las hojas la voz de mi hija estalla en pirotecnias y frente al terciopelo de la hoguera el bostezo de mi perra es sinfonía nunca el amor fue orquesta, sino eco una lluvia fina en vez de saetas catedral excavada por hormigas no una fiesta en el palacio sino el viento que revuelve el flequillo al trigal bóveda en la garganta de los pájaros la palabra que regresa a la boca del amnésico no acabaría conmigo la pasión con su estruendo de fiesta y de verbena sino la ternura que me toca como espuma. Motor de la marea en la que habré de ahogarme.
Autor: Ana Pérez Cañamares
Ilustración: Andrea Kowch, “chasing the moon” (2020)
Para llegar al cuerpo que llamo mío he tardado algo más de cincuenta años. Y ahora que deshago las maletas y lo habito la humildad del mecanismo me sorprende. Nada de las alas ni de las branquias que sentí tan vivamente en sueños. Lo observo como a un tren destartalado que se empeña en proseguir a pesar del miedo a precipicios y torrentes. Yo soy tú, dice con voz de humo, como sabes cuando nadas o abrazas. Yo soy tú, no me niegues, no digas no a los peajes ni a los diques secos. Soy la frontera que contiene, el límite que aguanta rebeliones y embestidas. Te conozco: sé por qué me maltratas. A mí van a dar tus subterfugios a mí me golpean tus muletas a mí me intoxican los venenos que ingieres para cambiar de disfraz y presentarte como una empresa saneada. Te lo tolero todo, hasta que ya no pueda acarrear tanto equipaje de estación a estación. Toca, huele, oye, mira, saborea. ¿No es suficiente este derroche de tesoros? ¿No basta con que te regale el mundo y llene de manjares tu alacena y me parezca tanto a lo que llamas alma? Como en tus sueños románticos: los dos somos uno. Recorre la piel y sus alrededores como finca que guardas y gestionas y ábrela a aquel que ante tus puertas diga tu nombre: la contraseña que te entregué para este viaje. Aunque tarde, has llegado a nuestra cita. Descansa. Soy la parte de ti que sabe a dónde vamos.
Autor: Ana Pérez Cañamares
Ilustraciones: Bernard Buffet, “Annabel Buffet” (1960)