Poemas de Natalia Litvinova

De su poemario “Soñka, manos de oro” (2022):

Damas y caballeros,
mis padres me llamaron Sofía
pero ustedes me conocieron
como Soñka, manos de oro.

No es por la elegancia
de mis dedos
ni por la manera
en que toco el piano,
como mi madre difunta,
sino porque soy virtuosa
en el arte de robar.

La música es hermosa
y acompaña muy bien
la hora del té,
pero yo elegí
quitarles la porcelana
a los poderosos,
esa porción de sus herencias
ya no irá para sus hijos.

Ellos no saben
lo que es ganarse la vida
con esfuerzo.

Ilustración: Aleksander Kokular, “Maria Szymanowska” (1825)

Podría haber sido
monja, esposa,
vendedora de flores,
nodriza o cocinera.
Pero siempre me gustaron el esplendor,
las mansiones, la ópera,
los tenedores de oro,
los bailes imperiales,
las cortinas de terciopelo,
las joyerías de Odesa.
Lo que se guarda bajo llave
en las residencias
de la aristocracia.

Cuando Aarón murió
se llevó mi adolescencia.
Perdí la zarzamora
y la fresa silvestre en el desayuno,
la música que inventé para él,
el ardor de sus mejillas,
los rezos que compuse
para que se salvara,
ahora apilados
como sus camisas sin lavar.

Señoras y señores,
mientras estruve con Aarón, no robé.

Ilustración: Alexey Petrovich Tkachev, “verano” (1991)

Enviudé joven,
la belleza y el dolorosa
se encontraron en mi espejo.
Me vestí de negro,
dejé en los cajones
la ropa con la que fui feliz
y cuando amaneció
tomé el tren
a San Petersburgo.

Ilustración: Fedor Aleksandrovich Vasiliev, “Illuminations in St Petersburg“ (1869)

Señor Juez,
¿usted cree
que los caballos
saben a dónde me llevan?
Siento pena por ellos.
¿Esta es su misión?
Cargan a los condenados,
ven nuestros rostros abatidos,
huelen lo rancio
de nuestras ropas.

Estos caballos
sueñan con prados
pero reciben
nuestra tristeza humana.

Si en Sajalín me dan
una hoja y un lápiz,
escribiré una canción
sobre ustedes,
caballos presos.

Ilustración de Alexey Petrovich Tkachev