amores cotidianos (357): los trenes

TRENES EN LA NOCHE

Imagina dos trenes,
rodando en la alta noche,
que se cruzan de golpe,
camino cada cual de su destino.

En cualquier parte,
en medio de un empalme en ningún sitio,
por vías oxidadas, los vagones,
de pronto, se detienen.

Miras por el cristal y allí,
en lo negro,
se ilumina una cara justo enfrente.

De momento has pensado que es la tuya
reflejando tu insomnio y tu cansancio.
Es una sensación. Dura un instante.

Te fijas con cuidado en la ventana
y el rostro que se enciende al otro lado
es, sin duda, de otro.
De una oscura mujer, para más señas.
Es hermosa, te dices, mientras miras
sus ojos en los tuyos duplicados.

La escena es momentánea.
Tras un ruido metálico
y muy seco, el movimiento
empieza a separaros para siempre.

Ninguno de los dos hacéis ya nada
que impida lo que es inevitable.

Con el ruido del tren y el traqueteo
supones que pensabais en lo mismo:
que fue un vano espejismo,
que fue un sueño.

Autor: Álvaro Valverde

Ilustración: Paul Delvaux, “Le train bleu or La rue aux tramways” (1946)

amores cotidianos (352): la última copa

ASCENSO

Reconoces sus rostros.
Esperando el calor que no merecen
han llegado a tu casa.
Te ofrecen lo que importa:
despacho, trajes caros, secretaria.
Agradeces el gesto, las buenas intenciones.
Piensas en el dinero.
Han besado tu mano y te ha gustado.
Autos de cilindrada superior,
becarias desmayándose a tu paso.
No te puedes negar.
Sabes que no te puedes negar.
Restaurantes de lujo, propinas sonrojantes.
Todo lo que has tragado,
los años invertidos,
todo el esfuerzo, todo el sacrificio,
toda tu vida,
ahora tiene sentido.
Tu mente viaja muy deprisa.
No hay espacio para tu mujer,
para tus hijos.
Ella saluda con una sonrisa.
Sirve las copas,
Sabe que te ha perdido.

Autor: Alberto Tesán

Fotografía de Rodney Smith

amores cotidianos (351): la llegada

COTIDIANA LLEGADA

Estoy aquí.
Pasa. Un momento y termino.
Algo difícil sobre consonantes
absurdas… ¿Hace frío?
¿Hace amor, lluvia, viento?
¿Qué me traes?
¿Hemos tenido hijos
esta noche? Siéntate. ¿Puedes?
Quito libros, papeles. Como siempre
la invasión de las letras
que ya trepan, ¿las ves?,
por paredes y techos.

Tienes las manos pálidas
y en tu cara
amanece el cansancio.
Deja que también pasen
los árboles, contigo,
el bosque, el mar, las grandes cataratas.
Esa ardilla que tengo aquí,
en el hombro,
me cuchichea brisas
y los pájaros llenan
de insurrección la casa.
¿Quieres café, un zumo, coca-cola?
La silla tiene flojos
los huesos, has de perdonarla,
ya es vieja… (¿Un ave lira?
¿La flor del Paraíso
a punto ya de ser manzana?
¡Qué detalle!)
Quiero que estés contento
de mí. Escribo mucho.
Tanto como querías tú.
¿Qué ocurre?
La niebla se interpone, no te veo.
Los pájaros te ocultan
y esas ramas me vuelven
parte del bosque. Habla.
Que te oigan mis hojas.
Que mis ojos vegetales
te sepan cerca. Tengo nidos
en los brazos y el pelo.
Llega una taza de café volando
del comedor, y a la terraza
le nace un sauce, ese árbol triste,
ese árbol que llora.

Autor: María Beneyto

Ilustración de Alan Feltus

amores cotidianos (350): el suicidio de las penas

Te vi,
se rompieron nuestras soledades,
se alborotó el instinto,
se llenaron de luz las lámparas fundidas.
Se murieron del susto, nuestros primeros padres,

y tu pena y mi pena,
se suicidaron juntas
la tarde,
de nuestro encuentro.

Autor: Gloria Fuertes

Ilustración de Malcolm Liepke

amores cotidianos (349): el miedo

Ella tiene miedo

Al lado de la mujer
está acostado su hombre.
La mujer tiene miedo
de que él vuelva a matarla.
¿No vas a volver a matarme?
pregunta la mujer.
No te voy a matar, dice el hombre.
Pero ella tiene miedo
de que él vuelva a matarla.
Entonces corre a la ventana y salta al pavimento.
Y ya está a salvo
de bruces sobre el pavimento.
Él ya no volverá a matarla.

Autor: Anna Swirszcynska

Ilustración: Jakub Schikaneder, “Asesinato en la casa” (1890)

amores cotidianos (347): gatos

Te vas a quedar sola
con tus plantas
tus gatos,
y tus libros,
me dijo
el último día que la vi.
Pero hace dos meses
acá
los días transcurren mansos
y un gato duerme al sol,
mientras yo
con las manos en la tierra
pienso el poema
que voy a escribir
para contarle
que en esta casa
estamos muy bien
muy felices
los gatos,
las plantas,
los libros
y yo.

Autor: Jorgelina Soulet

Fotografía de Esther Solé, junio 2022