En calles desconchadas de un barrio a las afueras, de hombres en camiseta que hablan en los bares y balcones con ropa y muchachas que llaman a voces a sus hijos, búscame aquí. Pregúntale a cualquiera. Llevo camisa roja. Te enseñaré a tocar el ukelele.
Familia fue aquello que se rompió por una herencia o un chisme, un rumor vecinal —estos pueblos pequeños, esas vidas vacías, ya se sabe— y nadie lloró desde entonces al morirse un primo o un hermano.
Unamuno ya nos avisó de los estragos de Caín: un siglo después este país sigue apretando demasiado al dar la mano.
Tu Dios es judío, Tu música es negra, Tu auto es japonés, Tu pizza es italiana, Tu gas es argelino, Tu café es brasileño, Tu democracia es griega, Tus números son árabes Tus letras son latinas Yo soy tu vecino. ¿Y tú me llamas extranjero?
Autor: Eduardo Galeano
Ilustración: Tilly Willis, “By the Beach (Por la playa)” (2007)
Tantas veces me mataron, tantas veces me morí Sin embargo, estoy aquí, resucitando Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal Porque me mató tan mal, y seguí cantando
Cantando al sol como la cigarra Después de un año, bajo la tierra Igual que el sobreviviente Que vuelve de la guerra
Tantas veces me borraron, tantas desaparecí A mi propio entierro fui sola y llorando Hice un nudo del pañuelo, pero me olvidé después Que no era la única vez, y seguí cantando
Cantando al sol como la cigarra Después de un año, bajo la tierra Igual que el sobreviviente Que vuelve de la guerra
Tantas veces te mataron, tantas resucitarás Cuántas noches pasarás desesperando Y a la hora del naufragio, y a la de la oscuridad Alguien te rescatará, para ir ir cantando
Cantando al sol como la cigarra Después de un año, bajo la tierra Igual que el sobreviviente Que vuelve de la guerra
Hoy he decidido que no nacerás. No tengo razones que darte, no me perdones por no dejar que me obliguen a alumbrar un camino que oscurece el mío propio, a cargar con un instinto que no me pertenece, ni puta ni santa ni madre, solo mujer, una raíz que no es cuadrada. No me indultes ni me ataques, yo no te dejo clavar la cruz de la culpa. ¡Maldita humanidad que otros imaginaron! No escribas en mi cuerpo de lengua diferente ningún decreto que me resigne, que me haga menos digna de mí en este estado. Hoy he decidido que no nacerás y no habrás muerto porque no te he parido.
Hay una fila de mujeres detrás de mí y miro la nuca de la mujer que me sucede. No estamos haciendo la cola del pan. No vamos a coger el tren hacia alguna parte. No estamos calladas, aunque no hablemos. No olvidamos, aunque miraos al frente. No somos un desfile ni una procesión. No asentimos, no negamos, no lloramos. No ahora, cuando tenemos una edad para ser nuestras madres por fin. Ahora estamos celebrando que hay una mujer delante y otra detrás.
Autor: Ana Pérez Cañamares
Ilustración: Gao Xingjian, “On the Shore – Sur la Rive” (2016)
Anochecía despacio en la casa de mis tíos del barrio viejo frente al mar.
Timba después de la cena! anunciábamos a voces en casa los más pequeños.
Antes de la segunda ronda —del chinchón, del remigio, del cinquillo o de la escoba— el pasquín de papá y Pablo.
La tía Isabel irrumpe: Tengamos la fiesta en paz. Y un silencio que se extiende por toda la cocina. Hasta muda se quedaban las alubias de Tolosa. Las voces de los vecinos llenaban ese mutismo.
Un minuto más tarde Isabel vuelve a sentenciar: Aquí paz y después gloria. Pero yo sé que aquella paz —la paz de los muertos, la paz de los humildes, la paz de los obreros— no era paz, solo silencio. No nos trajo la gloria —dios para los que nos vencieron— y que la fiesta fue esa partida de cartas —del chinchón, del remigio, del cinquillo o de la escoba— cada noche de verano, tras la cena, en la cocina, todos menos los ausentes en un cónclave familiar que desentierro de las ruinas de aquel piso del Norte, la colada de la tarde sobre nuestros cuerpos esperando el sol de la mañana.
Autor: Javier Solé
Fotografía: En el piso de la calle Pescadería, timba de Pablo, Montse, Teresa, Isabel y Javier (1975)