LA TIMBA
Anochecía despacio
en la casa de mis tíos
del barrio viejo frente al mar.
Timba después de la cena!
anunciábamos a voces
en casa los más pequeños.
Antes de la segunda ronda
—del chinchón, del remigio,
del cinquillo o de la escoba—
el pasquín de papá y Pablo.
La tía Isabel irrumpe:
Tengamos la fiesta en paz.
Y un silencio que se extiende
por toda la cocina.
Hasta muda se quedaban
las alubias de Tolosa.
Las voces de los vecinos
llenaban ese mutismo.
Un minuto más tarde
Isabel vuelve a sentenciar:
Aquí paz y después gloria.
Pero yo sé que aquella paz
—la paz de los muertos,
la paz de los humildes,
la paz de los obreros—
no era paz, solo silencio.
No nos trajo la gloria
—dios para los que nos vencieron—
y que la fiesta fue
esa partida de cartas
—del chinchón, del remigio,
del cinquillo o de la escoba—
cada noche de verano,
tras la cena, en la cocina,
todos menos los ausentes
en un cónclave familiar
que desentierro de las ruinas
de aquel piso del Norte,
la colada de la tarde
sobre nuestros cuerpos
esperando el sol
de la mañana.
Autor: Javier Solé
Fotografía: En el piso de la calle Pescadería, timba de Pablo, Montse, Teresa, Isabel y Javier (1975)