
“Acá hay tres clases de gente: la que se mata trabajando, las que deberían trabajar y las que tendrían que matarse”
(Mario Benedetti)
Ilustración: George Grosz, “unemployed” (1934) 
Ilustración: Emmanuel Garant, ” le pacte”
“La contratación de las participaciones preferentes por parte de muchos ciudadanos se conseguía gracias a la combinación de dos elementos. Por un lado, el cliente confiaba en que el empleado de su banco, o caja, de toda la vida no iba a perjudicarle. Esa confianza se sitúa, pues, como un elemento clave. Por otro lado, se le ofrecía al cliente un caramelito que no podía obtener con otro tipo de depósitos: la rentabilidad. Y es que, es cierto, se trata de depósitos con una rentabilidad más alta que un depósito a plazo fijo normal, al menos durante el primer año. Si observamos la cuestión con toda la objetividad necesaria, debemos decir que los inversores ya entonces debían haber sospechado que un producto con tan alta rentabilidad, debía obligarles a correr un mayor riesgo, más con la que estaba cayendo en el sistema financiero europeo y mundial, por el clásico principio ibérico de que “no dan duros a cuatro pesetas”.
Y de nuevo hace acto de presencia la confianza, en el sentido de que el pequeño ahorrador incluso se sentía privilegiado por el hecho de que el empleado del banco le hiciese partícipe de tal producto, que seguro achacaba a la confianza recíproca que se tenían, y al interés del segundo por beneficiarle. A su vez, el empleado del banco también se llevaba su trocito de pastel, a través de las comisiones que recibía como premio a su productividad. Y todos contentos. Hasta ese aciago día en que el primer ahorrador quiere recuperar su dinero y le dicen que “vuelta usted mañana”, o “vuelva usted dentro de 99 años”, que en realidad lo que contrató fue un “producto financiero complejo y perpetuo, es decir, sin plazo de vencimiento determinado”, no un depósito a plazo fijo con una rentabilidad mayor a la acostumbrada, como creía”.
Fuente:
http://www.2aopinionjuridica.es/blogs/sonia-e-rodr%C3%ADguez-boente/la-honorabilidad-perdida-o-el-timo-de-la-estampita-sobre-preferentes
”La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados” (Groucho Marx) 
“El consenso ciudadano es mayoritario en que cualquier solución permanente a la crisis actual pasa por un proceso de ajustes y sacrificios que corrijan los desequilibrios acumulados en la época de la burbuja, pero ese consenso se rompe en mil pedazos con los métodos elegidos para repartir sus costes entre acreedores y deudores, entre pagadores (teóricos muchas veces) de impuestos y receptores de los servicios públicos que provee el Estado, entre ciudadanos de rentas altas, medias y bajas, entre los sectores económicos (financieros y productivos), entre las distintas zonas geográficas del país, entre los factores de producción (capital y trabajo), entre las generaciones (mayores y jóvenes), etcétera.
Ello es lo que explica la masiva manifestación del pasado sábado en Madrid: una mayoría no está de acuerdo en el reparto del ajuste.
Aunque se supone que las leyes en una democracia deben proteger a los débiles frente a los poderosos, a veces logran exactamente lo contrario y el efecto es una enorme transferencia de riqueza desde la parte baja y media hacia la alta.
Incluso en el que caso de que la mayor parte de estas reformas se desarrollara a un ritmo sin precedentes históricos, harían falta años antes de que hiciesen realidad sus beneficios. En la mejor de las hipótesis (que están bien diseñadas, lo que no ocurre con la laboral), estas reformas mejorarán el lado de la oferta. Pero hoy en día la debilidad de la economía española está en la ausencia de demanda; una reducción de los ingresos de los asalariados, sea a consecuencia de despedirlos, de bajar sus salarios, de reducir los servicios sociales (y que tengan que abonarlos),… disminuye la demanda total, reduce el crecimiento y debilita la capacidad de llevar a cabo las transformaciones estructurales que se precisarían”.
“La austeridad para pobres no solo es ineficaz para reducir el déficit y salir de la recesión, sino que obliga a pedir rescates. Y austeridad y rescates están causando una fatiga social que actúa como una termita, mina la cohesión y produce quebrantos políticos
La fatiga social se acentúa por el hecho de que, en su fórmula actual, la austeridad es equivalente a un impuesto oculto, que los Gobiernos recaudan sobre los ciudadanos de bajos y medianos ingresos para pagar el sobrecoste de la financiación a los prestamistas. De hecho, la cuantía de los recortes es de magnitud equivalente al aumento de los intereses que se pagan a los prestamistas. Este tipo de impuestos ocultos carecen de legitimidad moral y son muy cuestionados.
No estoy cuestionando la necesidad de lograr el equilibrio de las cuentas públicas, sino la forma en cómo se ha pretendido lograr. La fórmula de recortes de gastos sociales + reducciones salariales + reformas sociales es económicamente ineficaz, socialmente desigualitaria y políticamente perturbadora.”
Fuentes:
http://economia.elpais.com/economia/2012/09/16/actualidad/1347808984_275659.html
http://economia.elpais.com/economia/2012/09/14/actualidad/1347624775_668143.html
“El poder real es económico; entonces no tiene sentido hablar de democracia” (José Saramago)
Y para acabar un relato breve de Eduardo Galeano que lleva por título “MALA RACHA”:
Mientras dura la mala racha pierdo todo. Se me caen las cosas de los bolsillos y de la memoria: pierdo llaves, lapiceros, dinero, documentos, nombres, caras, palabras. Yo no se si será gualicho de alguien que me quiere mal y me piensa peor, o pura casualidad, pero a veces el bajón demora en irse y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me caiga la vida en alguna distracción.
Autor: Eduardo Galeano
Ilustración: Van Gogh, “anciano afligido” (1890)
T'agrada:
M'agrada S'està carregant...