yo y los demás (158)

LA TIMBA

Anochecía despacio
en la casa de mis tíos
del barrio viejo frente al mar.

Timba después de la cena!
anunciábamos a voces
en casa los más pequeños.

Antes de la segunda ronda
del chinchón, del remigio,
del cinquillo o de la escoba
el pasquín de papá y Pablo.

La tía Isabel irrumpe:
Tengamos la fiesta en paz.
Y un silencio que se extiende
por toda la cocina.
Hasta muda se quedaban
las alubias de Tolosa.
Las voces de los vecinos
llenaban ese mutismo.

Un minuto más tarde
Isabel vuelve a sentenciar:
Aquí paz y después gloria.

Pero yo sé que aquella paz
—la paz de los muertos,
la paz de los humildes,
la paz de los obreros—
no era paz, solo silencio.
No nos trajo la gloria
—dios para los que nos vencieron—
y que la fiesta fue
esa partida de cartas
—del chinchón, del remigio,
del cinquillo o de la escoba—
cada noche de verano,
tras la cena, en la cocina,
todos menos los ausentes
en un cónclave familiar
que desentierro de las ruinas
de aquel piso del Norte,
la colada de la tarde
sobre nuestros cuerpos
esperando el sol
de la mañana.

Autor: Javier Solé

Fotografía: En el piso de la calle Pescadería, timba de Pablo, Montse, Teresa, Isabel y Javier (1975)

la infancia (129): el trastero de Fernando

Hoy he bajado al trastero

Hoy he bajado al trastero
y he visto las fotos familiares
Obligadas comuniones y bodas
Juegos de mis hijas pisando charcos.

Dibujos infantiles con declaraciones
sinceras de amores filiales.
Tortugas y mariquitas de barro
que certifican el cariño de mis niñas.

Trasteando entre la maleta de las muñecas
y algunos libros casi olvidados
han aparecido los retratos de mis padres y de mi hermano
y sus sonrisas, tan alejadas de la idea de la muerte,
me han atravesado y han acelerado mi respiración.

En esos ojos estaban mi niñez, mi juventud
y también la promesa de morir.
He cerrado la puerta y he subido a casa: a la vida.

Autor: Fernando Barbero

Fotografía de Aitor Arana Arruti

la infancia (127): juguetes rotos

SIETE DE ENERO

No fui decapitado
como el monarca absolutista
en la Plaza de la Bastilla.

Tampoco padecí
el desmembramiento de mis extremidades
como indígena cautivo
de la codicia de los conquistadores.

No me incineraron
como hereje en una pira del medievo.

Alma rota,
viejo afecto reemplazado.

Un destierro de la alcazaba de su infancia,

lejos ya la bondad del niño
cerca ya el hombre infame.

Autor: Javier Solé

Fotografía de Jesús Aguado

la infancia (124)

VATICINI

en aquests infants
desnodrits i mal vestits
l’embrió inexorable de la revolta
o només el desig de supervivència.

Quina els farà sucumbir?
La ràbia o la cobdícia?

Autor: Javier Solé

PREDICCIÓN

en estos niños
desnutridos y mal vestidos
el embrión inexorable de la revuelta
o solo el deseo de supervivencia.

¿Qué los hará sucumbir?
¿La rabia o la codicia?

la infancia (123): regresión

A ESCONDIDAS

Después de la reunión,
asustados por el futuro y sus cónsules
nos escondimos en el reverso de una tarde de 1972
y regresamos a las pecas,
a las rodillas llenas de rasguños,
a la infancia de chocolate y menta.
Y volvimos a respirar.

Autor: Marta Navarro

Ilustración: Edward Potthast, “Ring Around the Rosie”

Fuente original: https://entrenomadas.wordpress.com/2013/10/08/a-escondidas-un-poema/

la infancia (121)

RECUERDO INFANTIL

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

Autor: Antonio Machado

Fotografía: Eugene Smith, “Spanish Village (Deleitosa)” (1950)

El poema en la voz de Gabriel A. Jacovkis:

la infancia (119): el hogar

“Mi patria, o mi hogar, nunca ha sido para mí un término político, sino puramente humano. El hogar es el lugar donde éramos niños y donde recibimos las primeras imágenes de la vida y el mundo; allí está nuestro hogar, y siempre he amado el mío con gratitud”

(Herman Hesse)

Ilustración de Emile Schuffenecker