Mil años hace que el sol pasa, reconociendo en cada casa al hijo que acaba de nacer, que el monte dibuja perfiles suaves de pecho de mujer, que las flores nacen discretas y las bestias y la luz también, mil años para nuestro bien. En cada valle una gente y cada cala esconde vientos diferentes. Mil años que el hombre y la guerra, dieron lengua y nombre a la tierra y al pueblo que rindió a sus pies, la plata del olivo griego, la llama persa del ciprés. Y el musulmán lo perdió todo, la casa, el sueño y la heredad, en nombre de la cristiandad. Íberos y romanos, fenicios y godos, moros y cristianos. En paz descansen esplendores de amor cortés y trovadores, dueños del camino del mar. No había pez que se atreviese a transitarlo sin llevar las cuatro barras en el lomo. Descansa en paz, ancestral grey, vendida por tu propio rey. De mártires y traidores, enlutaron tus campos los inquisidores. Mil años hace que el sol pasa, pariendo esa curiosa raza que con su llanto hace un panal, y de su sangre y su derrota, día de fiesta nacional. Que con la fe del peregrino, jamás dejó de caminar, de trabajar y de pensar. Empecinado, busca lo sublime en lo cotidiano. Mil años hace y unas horas, que con manos trabajadoras se amasa un pueblo de aluvión. Con sangre murciana y de Almería se edificó una exposición. Ferroviarios, labradores, dulces criadas de Aragón, caricias de este corazón. Y lágrimas oscuras de los andaluces, y la dictadura… Patria pequeña y fronteriza, mil leches hay en tus cenizas, pero un soplo de libertad revuelve el monte, el campesino, el marinero y la ciudad. Que la ignorancia no te niegue, que no trafique el mercader con lo que un pueblo quiere ser. Lo están gritando, siempre que pueden, lo andan pintando por las paredes…
Autor: Joan Manuel Serrat
Fotografía: Xavier Miserachs, “Emigrantes en la Estación de Francia” (1962)
PAIS PETIT
El meu país és tan petit que quan el sol se’n va a dormir mai no està prou segur d’haver-lo vist. Diuen les velles sàvies que és per això que torna. Potser sí que exageren, tant se val! és així com m’agrada a mi i no en sabria dir res més. Canto i sempre em sabré malalt d’amor pel meu país.
El meu país és tan petit que des de dalt d’un campanar sempre es pot veure el campanar veí. Diuen que els poblets tenen por, tenen por de sentir-se sols, tenen por de ser massa grans, tant se val! és així com m’agrada a mi i no sabria dir res més. Canto i sempre em sabré malalt d’amor pel meu país.
El meu país és tan petit que sempre cap dintre del cor si és que la vida et porta lluny d’aquí i ens fem contrabandistes, mentre no descobreixin detectors pels secrets del cor. I és així, és així com m’agrada a mi i no en sabria dir res més. Canto i sempre em sabré malalt d’amor pel meu país.
El meu país és tan petit que quan el sol se’n va a adormir mai no està prou segur d’haver-lo vist.
Autor: Lluís Llach
Fotografía: Xavier Miserachs, “Sortida al mar d’una embarcació de pesca (Lloret)” (1965)
“Nanas de la cebolla” está considerado como uno de los poemas más sobrecogedores de la poesía española del siglo XX, la más trágica de las canciones de cuna. Fue escrito en 1939 en la cárcel y dedicado a su hijo, nacido en enero de ese mismo año. En una carta la esposa del poeta le contaba que ella y el niño se alimentaban únicamente con pan y cebolla. El matrimonio había tenido otro hijo, nacido en diciembre de 1937 pero muerto prematuramente a los pocos meses, en plena guerra.
El poema nos aproxima a la situación de miles de familias antes, durante y después de la guerra si bien las referencias a las penurias y el hambre y la miseria no pueden omitir la grave y violenta persecución de las autoridades sublevadas para con los perdedores republicanos y sus familias. El hambre, la miseria, la muerte y la censura, constituyen las señas de identidad de la vida cotidiana de la España franquista.
NANAS DE LA CEBOLLA
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.
Autor: Miguel Hernández
Ilustración: Picasso, “madre con niño enfermo” (1903) Desamparados
Dos propuestas complementarias ambas de 1973; Joan Manel Serrat graba un disco antológico dedicado al poeta Miguel Hernández. Y Patxi Andión graba otro “A donde el agua” con canciones propias. No es fácil elegir una de cada uno pero…
EL NIÑO YUNTERO
Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
Autor: Miguel Hernández
Ilustraciones: Carl Larsson, “La Labranza” y Van Gogh, “sembrador” (1888)
CANCIÓN PARA UN NIÑO EN LA CALLE
Hoy rigurosamente hoy
ha nacido un nuevo muerto.
Ha nacido un nuevo niño en la calle,
la calle será su escuela su universidad
su casa el asfalto su morada
y la sociedad urbana le ira formando en secreto
y el suburbio le hará cama y será alarma
y el arrabal le hará diestro de la lata y del solar.
Mentiroso chamullante maestro de la miseria,
descuidero, embaucador, estafador, anarquista o…
o quien sabe
quien sabe si quizás antes de morirse o matarse
podrá del hambre vengarse
para ser puente o ser morada o reventar tristemente
en una asquerosa arcada con perdón
para ser simplemente historia de una canción…
Puede ser que una vez
llegue a él la salvación, mi salvación.
Quien sabrá, quien podrá devolverle
la libertad, mi libertad.
Ojalá, alguien le salve mmmm
ojalá, ojalá alguien lo logre
y le salve, y nos salve.
De cada 13 nuevos niños que nacen diez lo hacen en la cama y 3 en la calle.
Y mientras los diez primeros comen
los otros tres se mueren de hambre
mas no puedo seguir juzgando,
no debo… no tengo hambre.
Aquél sabado había trabajado por la mañana. A la tarde vimos, entre contractaciones, la película “Robin Hood:Príncipe de los ladrones”(1991), con Kevin Cotsner. La Esther nacía al final del día mientras los tertulianos de “Crónicas marcianas” de Sardà no cesaban de discutir. Era, es, una niña guapísima. Hoy cumple quince años pero no sonará la horterada del Duo Dinámico, sino una bella canción de Serrat, “Piel de manzana”.
A esa muchacha
que dio a morder
su piel de manzana
cuando Cupido
plantaba un nido
en cualquier ventana.
A esa muchacha
que tuvo al barrio
guardando cola
y revoloteando
como polillas
en las farolas.
A esa muchacha que fue «Piel de Manzana»
se le quebró el corazón de porcelana,
se le bebieron de un trago la sonrisa.
La primavera con ella tuvo prisa.
Y quién me hace entender
que la entretuve ayer
temblándome en las manos.
Maldigo el no poder
volvernos a esconder
en el último rellano
y a oscuras, compartir
un ramillete de promesas
y oír, sobre las diez:
«Niña, la hora que es y sin poner la mesa».
Muchachas tristes
que florecisteis
en mis aceras,
bien poco ha escrito
en vuestros cuadernos
la primavera…
…y llega el invierno.
Las tres fotografías son del primer año de Esther; aparece riendo con sólo dos meses, en el mes de mayo en un parque urbano de L’Hospitalet y en julio, en sus primeras vacaciones de verano, en Boi-Taüll, en el pueblo de su madre y junto a ella.
Algo más tarde vendría su hermana Laia pero eso es “historia de otro costal” y lo explicaré cuando toque.
En el primer año la Esther superó una operación con cuarenta días que nos tuvo a todos en vilo, perdió el Gugu en el Caprabo (ahora Eroski), viajó al Pirineo y los Reyes le trajeron muchas cositas. Montar el triciclo nos llevó un buen rato. Se hizo fotos con toda la familia durante todo el año; unos ya no están y otros han crecido tanto que ni ellos mismos se conocen. Cuando regreso a esas fotografías siempre acabo sentado sobre la calabaza, con una mueca que no sabe adonde ir, ni si reír por lo vivido o llorar por lo perdido.
De vez en cuando la vida
nos besa en la boca
y a colores se despliega
como un atlas,
nos pasea por las calles
en volandas,
y nos sentimos en buenas manos;
se hace de nuestra medida,
toma nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera
y uno es feliz como un niño
cuando sale de la escuela.
De vez en cuando la vida
toma conmigo café
y está tan bonita que
da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena.
De vez en cuando la vida
se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño
tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas
por no romper el hechizo.
De vez en cuando la vida
afina con el pincel:
se nos eriza la piel
y faltan palabras
para nombrar lo que ofrece
a los que saben usarla.
De vez en cuando la vida
nos gasta una broma
y nos despertamos
sin saber qué pasa,
chupando un palo sentados
sobre una calabaza.
“El cielo está gris, la lluvia aparece
Como por sorpresa.
Ella está en nosotros, es como un ritual
Que nos estanca
Los paraguas se abren en compás Como en una danza. Las gotas caen en abundancia Sobre la dulce Francia
Cae, cae, cae la lluvia En este día de domingo de diciembre. A la sombra de los paraguas Los transeúntes van deprisa, deprisa, sin esperar”
LA PLUIE – Zaz
Le ciel est gris la pluie s’invite comme par surprise
elle est chez nous et comme un rite qui nous enlise
les parapluies s’ouvrent en cadence
comme une danse,
les gouttes tombent en abondance
sur douce France.
Tombe tombe tombe la pluie
en ce jour de dimanche de décembre
à l’ombre des parapluies
les passants se pressent pressent pressent sans attendre
On l’aime parfois elle hausse la voix elle nous bouscule
elle ne donne plus de ses nouvelles en canicule
puis elle revient comme un besoin par affection
et elle nous chante sa grande chanson
l’inondation
et tombe et tombe et tombe, tombe
et tombe et tombe et tombe…
Ilustraciones de Kal Gajoum y Emili Wilk
BALADA DE OTOÑO – Joan Manuel Serrat
Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve.
Pintaron de gris el cielo
y el suelo
se fue abrigando con hojas,
se fue vistiendo de otoño.
La tarde que se adormece
parece
un niño que el viento mece
con su balada en otoño.
Una balada en otoño,
un canto triste de melancolía,
que nace al morir el día.
Una balada en otoño,
a veces como un murmullo,
y a veces como un lamento
y a veces viento.
Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados
sobre los campos, llueve.
Te podría contar
que esta quemándose mi último leño en el hogar,
que soy muy pobre hoy,
que por una sonrisa doy
todo lo que soy,
porque estoy solo
y tengo miedo.
Si tú fueras capaz
de ver los ojos tristes de una lámpara y hablar
con esa porcelana que descubrí ayer
y que por un momento se ha vuelto mujer.
Entonces, olvidando
mi mañana y tu pasado
volverías a mi lado.
Se va la tarde y me deja
la queja
que mañana será vieja
de una balada en otoño.
Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados…
Dos propuestas irresistibles: “Paraules d’amor” (J.M. Serrat) y “Las cuatro y diez” (L.E. Aute). que versan sobre un mismo tema: el primer amor, cuando la adolescencia tenía otro oler y distinto sabor.
PARAULES D’AMOR
Ella em va estimar tant…
Jo me l’estimo encara.
Plegats vam travessar
una porta tancada.
Ella, com us ho podré dir,
era tot el meu món llavors
quan en la llar cremàvem
només paraules d’amor…
Paraules d’amor senzilles i tendres.
No en sabíem més, teníem quinze anys.
No havíem tingut massa temps per aprendre’n,
tot just despertàvem del son dels infants.
En teníem prou amb tres frases fetes
que havíem après d’antics comediants.
D’històries d’amor, somnis de poetes,
no en sabíem més, teníem quinze anys…
Ella qui sap on és,
ella qui sap on para.
La vaig perdre i mai més
he tornat a trobar-la.
Però sovint en fer-se fosc,
de lluny m’arriba una cançó.
Velles notes, vells acords,
velles paraules d’amor…
Autor: Joan Manuel Serrat
LAS CUATRO Y DIEZ
Fue en ese cine, ¿te acuerdas?,
en una mañana al este de Edén,
James Dean tiraba piedras
a una casa blanca, entonces te besé.
Aquélla fue la primera vez,
tus labios parecían de papel,
y a la salida en la puerta
nos pidió un triste inspector nuestros carnets.
Luego volví a la academia
para no faltar a clase de francés,
tú me esperaste hora y media
en esta misma mesa, yo me retrasé.
¿Quieres helado de fresa
o prefieres que te pida ya el café?.
Cuéntame como te encuentras,
aunque sé que me responderás: muy bien.
Ten, esta foto es muy fea,
el más pequeño acababa de nacer.
Oiga, me trae la cuenta,
calla, que fui yo quien te invitó a comer.
No te demores, no sea
que no llegues a la hora al almacén;
llámame el día que puedas,
date prisa que ya son las cuatro y diez.
Las dos propuestas que inician la serie versan sobre viejas estampas de pueblos castellanos cercenados por la muerte y la desolación. Se trata de poemas largos donde a la calidad del texto se unen las imágenes que ilustran “Pueblo blanco” de Serrat o la recitación magistral de Héctor Alterio en “¡Que lástima!” de León Felipe.
PUEBLO BLANCO
Colgado de un barranco
duerme mi pueblo blanco
bajo un cielo que, a fuerza
de no ver nunca el mar,
se olvidó de llorar.
Por sus callejas de polvo y piedra
por no pasar, ni pasó la guerra.
Sólo el olvido…
camina lento bordeando la cañada
donde no crece una flor
ni trashuma un pastor.
El sacristán ha visto
hacerse viejo al cura.
El cura ha visto al cabo
y el cabo al sacristán.
Y mi pueblo después
vio morir a los tres…
Y me pregunto por qué nacerá gente
si nacer o morir es indiferente.
De la siega a la siembra
se vive en la taberna.
Las comadres murmuran
su historia en el umbral
de sus casas de cal.
Y las muchachas hacen bolillos
buscando, ocultas tras los visillos,
a ese hombre joven
que, noche a noche, forjaron en su mente.
Fuerte pa’ ser su señor.
Tierno para el amor…
Ellas sueñan con él,
y él con irse muy lejos
de su pueblo. Y los viejos
sueñan morirse en paz,
y morir por morir,
quieren morirse al sol.
La boca abierta al calor, como lagartos.
Medio ocultos tras un sombrero de esparto.
Escapad gente tierna,
que esta tierra está enferma,
y no esperes mañana
lo que no te dio ayer,
que no hay nada que hacer.
Toma tu mula, tu hembra y tu arreo.
Sigue el camino del pueblo hebreo
y busca otra luna.
Tal vez mañana sonría la fortuna.
Y si te toca llorar
es mejor frente al mar.
Si yo pudiera unirme
a un vuelo de palomas,
y atravesando lomas
dejar mi pueblo atrás,
juro por lo que fui
que me iría de aquí…
Pero los muertos están en cautiverio
y no nos dejan salir del cementerio
Autor: Joan Manuel Serrat
Ilustraciones de Solana, chozas de la alhóndiga” (1912) e “iglesia de aldea” (1906).
¡Qué lástima!
¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después… ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque…, ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!
Sin embargo…
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca…
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa…
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.
Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca…
En una caja
muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana…
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana…
¡Y la muerte también pasa!
¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa…
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!
Autor: León Felipe
Todas las ilustraciones son de Gloria Abellán Romero.
Eres como la mar:
bueno de frente,
peligroso en día gris,
duro y valiente;
llevas en la cabeza
brisas ligeras,
temporal que aún contiene
tu compañera.
Eres como el cantar
de un campesino,
que al cantar va labrando
nuestro camino.
Eres como un dolor
mal repartido,
que se volvió canción
y no quejido.
Eres como la voz
que expende el aire;
eres como un poema
de Miguel Hernández;
y presumes de ser
puro paisano,
de haber sido y de ser
republicano.
Compañero del sol,
fiel compañero,
nunca te preocupó en nada
ser el primero;
eres como el sudor:
callado y quieto,
y nunca abriste el cajón
de tu propio respeto.
Y no quisiste jamás
salvarte solo,
porque no hay salvación – decías –
si no es con todos.
No sabes de venganzas
ni de desquites.
Gorrión que cantó siempre,
aún sin alpiste.
Eres como la sangre,
eres el aire,
la mar, la barca, el remo
y el navegante;
timonel de mi alma,
más que nadie…
y aún eres muchas cosas más
que me callo y me callan…
Padre
Autor: Patxi Andión
Pare,
digueu-me què
li han fet al riu
que ja no canta.
Rellisca
com un barb
mort sota un pam
d’escuma blanca.
Pare,
que el riu ja no és el riu.
Pare,
abans que torni l’estiu
amagui tot el que és viu.
Pare,
digueu-me què
li han fet al bosc
que no hi ha arbres.
A l’hivern
no tindrem foc,
ni a l’estiu lloc
on aturar-se.
Pare,
que el bosc ja no és el bosc.
Pare,
abans de que es faci fosc
tanquem la vida al rebost.
Sense llenya i sense peixos, pare,
ens caldrà cremar la barca,
llaurar el blat entre les runes, pare,
i tancar amb tres panys la casa,
i dèieu vostè…
Pare,
si no hi ha pins
no es fan pinyons,
ni cucs, ni ocells.
Pare,
si no hi ha flors
no es fan abelles,
cera, ni mel.
Pare,
que el camp ja no és el camp.
Pare,
del cel avui ens plou sang,
el vent ho canta plorant.
Pare,
ja són aquí…
monstres de carn
amb cucs de ferro.
Pare,
no, no tingueu por,
digueu que no,
que jo us espero.
Pare,
que estan matant la terra.
Pare,
deixeu de plorar
que ens han declarat la guerra.
Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.
Fragmentos de “El rayo que no cesa”
Nació en Orihuela (Alicante) el 30 de octubre de 1910 Murió en Alicante, el 28 de marzo de 1942.
Fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo XX. Aunque tradicionalmente se le ha encuadrado en la generación del 36, Miguel Hernández mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como «genial epígono de la “Generación del 27″.
Nació como segundo hijo varón en una humilde familia de Orihuela dedicada a la crianza de ganado. En 1925 abandonó los estudios por orden paterna para dedicarse en exclusiva al pastoreo, aunque poco tiempo después cursa Derecho y Literatura. Mientras cuida el rebaño, Miguel lee con avidez y escribe sus primeros poemas.
Al estallar la Guerra Civil, Miguel Hernández se alista en el bando republicano. En plena guerra, logra escapar brevemente a Orihuela para casarse el 9 de marzo de 1937 con Josefina Manresa. A los pocos días tiene que marchar al frente de Jaén.
En abril, el general Franco declara concluida la guerra. Su amigo Cossío se ofrece a acogerlo en Tudanca, pero el poeta decidió volver a Orihuela. Pero en Orihuela corre mucho riesgo, por lo que decide irse a Sevilla pasando por Córdoba, con la intención de cruzar la frontera de Portugal por Huelva. La policía de Salazar lo entregará a la Guardia Civil. Desde la cárcel de Sevilla lo trasladarán al penal de Torrijos (Madrid), de donde, gracias a las gestiones que realiza Pablo Neruda ante un cardenal, sale en libertad inesperadamente, sin ser procesado, en septiembre de 1939. Vuelto a Orihuela, es delatado y detenido y ya en prisión es juzgado y condenado a muerte en marzo de 1940. Cossío y otros intelectuales amigos intercederán por él, conmutándosele la pena de muerte por la de treinta años. Pasará a la prisión de Palencia en septiembre de 1940 y en noviembre al Penal de Ocaña (Toledo). En 1941, es trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde enferma. Padecerá primero bronquitis y luego tifus, que se le complicaría con tuberculosis. Fallece en la enfermería de la prisión alicantina a las 5.32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan sólo treinta y un años de edad. Se cuenta que no pudieron cerrarle los ojos. Fue enterrado en el nicho número mil nueve del cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante.
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
… Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones como en las azucenas.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.
Ilustraciones: miliciana Marina Ginesta, de 17 años en la azotea del Hotel Colón de Barcelona ; retrato del poeta realizado por Buero vallejo, compañero de celda en Madrid; miliciano de Robert Capa y miliciana extremeña despidiéndose de su hijo.
No es casual la doble implicación poética de la película de Juan Vicente Córdoba; el poema de Luis García Montero da título al film e inspiró el relato de Almudena Grandes (“El vocabulario de los balcones”, incluido en “Modelos de mujer”) y, a su vez, el poema “Lucía” de Joan Manuel Serrat no sólo es el nombre de la protagonista del film sino fiel resumen sentimental del mismo y pieza fundamental de su exquisita banda sonora.
Vuela esta canción
para ti, Lucía,
la más bella historia de amor
que tuve y tendré.
Es una carta de amor
que se lleva el viento
pintado en mi voz
a ninguna parte
a ningún buzón.
No hay nada más bello
que lo que nunca he tenido.
Nada más amado
que lo que perdí.
Perdóname si
hoy busco en la arena
una luna llena
que arañaba el mar…
Si alguna vez fui un ave de paso,
lo olvidé pa’ anidar en tus brazos.
Si alguna vez fui bello y fui bueno,
fue enredado en tu cuello y tus senos.
Si alguna vez fui sabio en amores,
lo aprendí de tus labios cantores.
Si alguna vez amé,
si algún día
después de amar, amé,
fue por tu amor, Lucía,
Lucía…
Tus recuerdos son
cada día más dulces,
el olvido sólo
se llevó la mitad,
y tu sombra aún
se acuesta en mi cama
con la oscuridad,
entre mi almohada
y mi soledad.