la vida y la muerte (20): fugacidad de la vida, eternidad de la muerte

“Todos somos aficionados. La vida es tan corta que no da tiempo para más”  (Charles Chaplin)

Munch - junto al lecho de la muerte (1895)

En “Junto al lecho de muerte” (1895) los protagonistas de la escena son los miembros de una familia cuyos rostros y manos surgen de una zona oscura. La lividez de las sábanas contrasta con el marrón rojizo de las paredes. Por la derecha se aproxima la sombra de la muerte y los allegados están pintados con trazos sumarios. Aún así, podemos reconocer al padre que ora fervorosamente. El mismo Munch podría estar a su lado, y al fondo las hermanas Inger y Laura.

Munch - madre muerta con niña (1897)En “Madre muerta con niña” (1897) rememora de nuevo la temprana muerte de su madre. Detrás de la cama se encuentran cuatro personas adultas de la familia que expresan, cabizbajos, su impotencia frente a la muerte. Sophie, la hermana del pintor, se halla en primer plano y mira directamente al espectador; se tapa los oídos con las manos para quedar aislada de la dolorosa realidad en un intento vano de ponerse a salvo de la misma.

El grito de la pequeña enfatizado por el rojo intenso del vestido subraya el pálido e inerte de la madre apenas esbozada, como si se desvaneciera en su lecho de muerte.

primeros pasos (Van Gogh, 1890)

“Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarle. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años… “  (Mark Twain)

Van Gogh - Los primeros pasos (1890)

La cuñada de Van Gogh, Johanna Bonger, espera un hijo para el mes de enero de 1890. Vincent se siente feliz ante la noticia – especialmente al conocer que le van a poner su nombre si es un niño, como así ocurrirá – aunque ligeramente receloso ante la posible pérdida de atención que pueda mostrar su hermano ante el nacimiento de un hijo. Quizá como homenaje elabore esta bella composición, inspirada en una estampa de Millet pero adaptada al lenguaje artístico de Vincent, tomando como punto de partida el impresionismo. Van Gogh pinta el aprendizaje de un niñito de sus primeros pasos, ayudado amorosamente de sus progenitores; el padre abandona un momento su tarea en la huerta (carretilla, pala, rastrillo) para recibir con los brazos abiertos a la criatura que está a punto de soltarse de los brazos de la madre. Debe recorrer unos pasitos por sí solo hasta llegar a su destino; debe hacerlo con mucho cuidado o, de lo contrario, caerá antes.

Autorretrato de Van Gogh, literario y pictórico

“Estoy triste y me siento más desgraciado de lo que puedo decir, y no sé hasta dónde he llegado… No sé qué hacer ni qué pensar, pero deseo vehementemente dejar este lugar… siento tanta melancolía” (Van Gogh)

“Hoy te envío mi autorretrato. Hay que contemplarlo durante un buen rato. Verás -al menos eso espero- que mi expresión se ha vuelto mucho más pacífica, a pesar cde que la mirada es más inquieta que antes ,. creo yo”

Los tres autorretratos son del mismo año, 1889. El pintor se suicida un año más tarde.

“Su vida fue un continuo infortunio. Fracasó en todo lo que la sociedad de su época consideraba importante: fue incapaz de fundar una familia, incapaz de ganarse la vida,  e, incluso, incapaz de entrar en contacto con sus semejantes. Pero como pintor encontró un sistema de introducir un orden, el suyo propio, frente al caos de la realidad. Su arte fue el instrumento regulador de un mundo, contra un mundo en el que evidentemente no encajaba”

Después del trágico episodio de la autoamputación de la oreja, Vicent, en lugar de hacerse  curar, se quedó encerrado en su habitación. Una vez recuperado tras dos semanas de hospital, pintó en varios lienzos su autorretrato con la oreja vendada. La versión londinense se basa en un acorde de colores fríos. Vicent se ha representado evitando la frontalidad y poniendo el acento en el conspicuo vendaje. Su mirada, en un momento de notable abatimiento, rehúye el contacto directo con el espectador.

En este cuadro, el artista está casi irreconocible. Tiene el rostro demacrado y la pincelada traza una línea accidentada, como si se detuviese a seguir cada hueso. La chaqueta abrochada y el gorro contribuyen a dar la imagen de un aspecto cerrado, introduciendo distancia entre la figura y el ambiente que le rodea.

El vigía de la vida

Se trata de un nuevo relato breve, brevísimo pero intenso, de Maribel Romero Soler de quien he ido publicando otros relatos. Se titula RETRATO DE FAMILIA.

Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños. Raúl seguía usando el pijama de rombos, aunque ya le quedaba un poco corto, y Pablo se abrazaba con fuerza a su oso de peluche. Me quedé junto a ellos en silencio, escuchando sus hazañas, cada una de sus aventuras escolares, hasta que su madre entró en la habitación, apagó la luz y les dijo que ya era hora de dormir. Entonces, como cada noche, le preguntaron: “¿papá está en el cielo?”. Y ella dijo que sí. Los besó en la frente y les pidió que no me olvidaran. Y yo, satisfecho, volví de nuevo a mi estrella.

Ilustración: Van Gogh, “noche estrellada sobre el Ródano” (1888)

Tres relatos breves alrededor del desempleo.

Con las cifras de desempleo desbocadas y un paraje lúgubre la propuesta narrativa que os hago gira alrededor de los tres breves relatos de Maribel Romero Soler, cuyo bloc ya he recomendado anteriormente. No será fácil escoger uno, son los tres extraordinarios.

1. Primer relato: Magia en casa
“¡Tachán! Aquí tenéis la pierna de cabrito asada”, dijo mamá mientras levantaba una tapa de aluminio y mostraba un triste muslo de pollo hervido. Desde que papá se quedó en el paro ella siempre intentó hacer magia, pero nunca le salieron los trucos. Repartimos el manjar entre los cuatro y lo tomamos despacio a la luz de una vela. Hacía tiempo que jugábamos a cenar a oscuras. Más tarde nos sentamos juntos en el sofá, una noche más, a no ver la tele. No quiero ni imaginarme qué ocurrirá el mes que viene. A papá se le acaba el subsidio.

2. Segundo relato: Lo único que tenemos.

Tras muchos meses en paro conseguí un trabajo de asistenta de noche. Cuido de una enferma hasta las ocho de la mañana. Cuando acabo mi jornada y regreso a casa, él se va. Apenas disponemos de unos minutos para darnos un beso y despedirnos. Esta mañana le he visto la tristeza en la mirada.
—No te preocupes —me ha dicho—, me las arreglo bien solo. Él sabe que mi trabajo es importante, que es en realidad lo único que tenemos. Le he ayudado a ponerse la chaqueta y se ha ido sin volver la cabeza. Ya es todo un hombre, pronto cumplirá diez años.

3. Tercer relato: Abandono.

El disparo en el pecho solo le hizo cosquillas; la pistola que guardaba en el cajón de su escritorio era de juguete. Le dolieron más las palabras: “Púdrete, desgraciado, únicamente te quería por tu dinero, y ahora que con la crisis lo has perdido todo me largo con el director del banco”. Cuando ella cerró la puerta dejando tras de sí su inconfundible aroma de jazmín, él prefirió seguir haciéndose el muerto.

Ilustraciones, por este orden: Van Gogh, Montserrat Gudiol y Mariola Bogacki.

Trabajar para vivir (1): trabajar para vivir, no vivir para trabajar.

“El trabajo puede proporcionar la oportunidad de crecer, no sólo económicamente, sino también espiritual y personalmente.
En caso contrario, con él estaremos perdiendo una parte demasiado importante de nuestra vida”
(James Autry)

Aquí no vale aplicar propiedad conmutativa alguna y el orden de los factores naturalmente que altera el producto.
No soy protestante; ni luterano ni calvinista. Y tampoco numerario del OPUS, ni pertenezco a ninguna otra secta. Soy, como Buñuel, ateo por la gracia de Dios.
Y por eso, y por otras muchas razones que hoy me callo aspiro a vivir y el trabajo es un medio instrumental (no un castigo divino, aunque la mayoría de las veces se parece por las condiciones en que se presta) siempre. Y sólo cuando, como ahora, escasea, puede aparecérsenos como un fin en si mismo.

Ilustración: Van Gogh, “El pintor camino del trabajo” (1888)