Aplastad las ciudades. Haced añicos las murallas. Destrozad fábricas y catedrales, almacenes y hogares; apiladlos como caigan, entre escombros y madera renegrida y quemada: sois soldados y os lo hemos ordenado.
Construid las ciudades. Levantad de nuevo las murallas. Reparad fábricas y catedrales, almacenes y hogares; apiladlos en forma de edificios para la vida y el trabajo: sois obreros y ciudadanos todos, y os lo hemos ordenado.
Autor: Carl Sandburg
Fotografía de un edificio residencial de Borodyanka, municipio situado a unos 50 kilómetros de Kiev, tras el ataque del Ejército ruso de marzo 2022
Poemas de Begoña M. Rueda de su libro “Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” con fotografías del trabajo de Eugene Smith titulado “Spanish Village” en Deleitosa (Extremadura):
Madre hace como que no escucha. Madre sonríe. Madre calla. Madre cose. Los hijos, siempre los hijos, innecesarios como la maleza, nunca entienden. Sin duda hubiera sido más fácil sin ellos, sin la maldición de Eva, sin que le crecieran criaturas como tumores en las entrañas que la ataran de por vida a un matrimonio. Pero posguerra, mujer y pobre, sobre todo mujer, y antes que nada, esposa.
Autor: Begoña M. Rueda
Fotografía: Eugene Smith, “Spanish Village (Deleitosa)” (1950)
Quizás hubiera sido más fácil sin los hijos. Hubiera preferido justo eso, una vida santa, por qué no, las cuatro paredes de un convento a salvo de la vida, de los hombres, de casarse mal y a prisa con quince años por no dar que hablar. A salvo de ser mujer. De ser educada para callar, obedecer, parir hasta desgarrarse el útero y acatar que el varón se acuesta con otras para seguir sintiéndose varón. Sin duda hubiera sido más fácil, pero posguerra, mujer y pobre.
Qué otro remedio que amar al verdugo.
Autor: Begoña M. Rueda
Fotografía: Eugene Smith, “Spanish Village (Deleitosa)” (1950)
“Nos están robando, españoles. Una banda de forajidos que se ha apoderado del poder público para saquear a mansalva a la patria. Y creo que tenemos derecho a creer que el rey cobra su quiñón del botín, según uso de cruzada” (Miguel de Unamuno)
Ilustración: Cristobal Toral, “Cartografía de un viaje”
“El capitalismo es el genocida más respetado del mundo”(Che Guevara)
El 9 de octubre por la mañana el gobierno de Bolivia anunció que Ernesto Guevara había muerto en combate el día anterior. Simultáneamente llegaron el coronel Joaquín Zenteno Anaya y el agente de la CIA Félix Rodríguez. Poco después del mediodía el presidente Barrientos dio la orden de ejecutar al Che Guevara. Existen dudas y versiones contradictorias sobre el grado de apoyo que la decisión tuvo por parte de Estados Unidos pero lo cierto es que, tal como está registrado en el propio informe secreto de Félix Rodríguez, la CIA estaba presente en el lugar. Fue el agente Rodríguez quien recibió la orden de fusilar a Guevara y quien la transmitió a los oficiales bolivianos, así como fue él también quien le comunicó al Che Guevara que sería fusilado.
CHE GUEVARA MUERTO Por John Berger
“El Martes 10 de Octubre de 1967, una fotografía fue transmitida al mundo para probar que Ernesto Guevara había muerto el domingo tras un enfrentamiento entre dos compañías del Ejército Boliviano y una fuerza guerrillera sobre la ribera norte del Río Grande, cerca de una aldea en la selva llamada Higueras. La foto de su cadáver fue tomada en un establo en la pequeña población de Vallegrande. El cuerpo fue puesto en una litera, y ésta, sobre una pileta de cemento.
Nosotros no conocemos las circunstancias de su muerte. Podríamos hacernos alguna idea de la mentalidad de los hombres en cuyas manos cayó, a partir del trato que dieron a su cuerpo tras la muerte. Primero lo ocultaron. Después, lo exhibieron. Luego lo sepultaron en una tumba anónima, en un lugar desconocido. Después lo desenterraron. Más tarde afirmaron haberlo quemado; antes de eso, le cortaron los dedos para su posterior identificación. Esto podría sugerir que tenían serias dudas sobre si era realmente Guevara el que habían matado. También podría sugerir que no tenían ninguna duda, pero temían a su cadáver. Yo me inclino por esto último.
El objetivo de la radiofoto del 10 de octubre fue poner fin a una leyenda.
Existe una semejanza entre esta fotografía y la pintura de Rembrandt La lección de anatomía del Profesor Tulp. El lugar del profesor lo ocupa un coronel boliviano, impecablemente vestido. Las figuras a su derecha observan el cadáver con el mismo interés, intenso pero impersonal, que los doctores ubicados a la derecha del profesor. La misma cantidad de figuras hay en el Rembrandt que en el establo de Vallegrande. El aire de quietud del cadáver y su ubicación respecto a las figuras que se inclinan sobre él, son asimismo muy similares.
Nada de ello debería sorprender, ya que la función de las dos imágenes es la misma: en ambas se muestra un cadáver siendo formal y objetivamente examinado. Más aún, ambas apuntan a hacer de los muertos un ejemplo: en una, para el avance de la medicina; en la otra, como una advertencia política. Existen miles de fotografías de muertos y de víctimas de masacres, pero en raras ocasiones se trata de una demostración formal. El Doctor Tulp está mostrando como ejemplo los ligamentos del brazo del cadáver, y lo que él dice es aplicable al brazo de cualquier hombre normal. El coronel está mostrando como ejemplo el destino final -decretado por la “divina providencia”- de un reconocido líder guerrillero, y lo que dice apunta a hacerse extensible a todos y cada uno de los guerrilleros del continente.”
«Recuérdame que las tierras más fértiles fueron construidas por el fuego de los volcanes»
(Andrea Gibson)
Ya está bien de tanta explotación denle un sueldo bueno a ese señor asegúrenle la jubilación y de sus hijos la manutención que ese hombre ha trabajado toda la vida a base de pasar el desconsuelo para que ahora venga un jodío rico a quitarle la finca del Agujero ya está bien de tanto cacique tanto niño rico señor mío el que lo quiera que se sacrifique y trabaje como es debío
(Arístides Moreno, fragmento de la canción “Horcón Boys”)
Fotografía: Un horcón boy recoge una piña de plátanos cubierta de cenizas del volcán (La Palma, septiembre 2021)
Del poemario “Servicio de lavandería” (Begoña M. Rueda, Hyperión Ediciones (2020)):
A 27 de marzo de 2020
En frente de la lavandería se encuentra el tanatorio. Ayer planché la ropa del que ahora sacan a cuestas entre cuatro. Lavé sus sábanas, doblé su pijama, le apañé una almohada. Esto somos. Corre el viento de levante y una lluvia fina repiquetea sobre su ataúd.
Autor: Begoña M. Rueda
A 7 de abril de 2020
Los militares se despliegan por todo el recinto hospitalario, hombres armados, recios, que se bajan de un camión rojo aparcado en la puerta de la lavandería. A la tarde, según aparece en la prensa, fueron fumigadas las zonas de urgencias, medicina nuclear, áreas de limpieza, cocinas, semisótano y almacenes de residuos, sin embargo, parecieron haberse olvidado de la lavandería, delante de la cual aparcaron el camión rojo y se bajaron, armados, recios como si pudieran abatir la pandemia a tiros, nosotras los vimos bajarse y pasar de largo como si la ropa de los infectados se lavara sola, como si ni siquiera perteneciéramos alñ hospital.
Como si no importáramos.
Autor: Begoña M. Rueda
A 11 de abril de 2020
Cuatro semanas después del inicio de la cuarentena se nos hace entrega de la primera mascarilla. Un bozal de papel para que no nos ladremos la muerte entre nosotras.
Del poemario “Servicio de lavandería” (Begoña M. Rueda, Hyperión Ediciones (2020)):
En la lavandería del hospital donde trabajo la ropa de los enfermos, la ropa de los que o regresan de la úlcera o se dejan amarillear por la muerte, se amontona en bolsas a las siete de la mañana. Dos lavadoras industriales bastan para blanquear la ropa de las heces y de la sangre que podría ser mi sangre, mi miseria podría ser, algún día, un camisón cubierto de vómito de los que una vez lavados lucen como nuevos, bendita sea mi vida, bendita mi salud porque algún día, quizás, podría ser mi miseria un camisón.
Autor: Begoña M. Rueda
A 21 de marzo de 2020
De casa a la lavandería y de la lavandería a casa, España hace una semana se declaró en cuarentena por una pandemia de origen asiático. Mil noventa fallecidos y veinte mil contagios más tarde, Yo sigo esperando el autobús de las siete de la mañana rumbo al hospital, a las ocho me pongo el uniforme, a las ocho y cuarto se comienza a planchar las sábanas, a las nueve y veinte desayunamos y a las diez doblamos y empaquetamos las mantas, los camisones, las toallas, los pijamas, los paños de cocina, las batas de cirujano, las batas de los médicos, la ropa de las enfermeras, la ropa del personal de mantenimiento, nos dan las doce y todavía nos quedan cinco carros de sábanas para pasar por la calandra, ahora resulta que la calandra no funciona, se llega el técnico, le hace una chapuza y vuelta a sacar otra lavadora, oye mira han llamado de la cuarta, que necesitan almohadas, y así trabajando sin guantes ni mascarillas hasta las tres de la tarde, hora en que sale el autobús me lleva a casa, a las tres y media almuerzo, a las cuatro me echo una siesta, después me pongo la tele y a las ocho la gente sale a aplaudir a los balcones la labor de los médicos y de los enfermeros pero son pocos los que aplauden la labor de la mujer que barre y friega el hospital o las que lavamos la ropa de los contagiados con las manos desnudas.
Autor: Begoña M. Rueda
A 23 de marzo de 2020
Los sudarios se apilan en cajas de cartón junto a la puerta del cuarto de baño. Son las únicas prendas del hospital que no se lavan después de darles uso. Como todo en nuestra época también vienen dentro de un plástico, encontrándose la muerte como la bollería industrial, envasada y directa al vacío. Una se pregunta quién fabrica los sudarios, qué fría máquina los cose y los empaqueta listos para cubrir cualquier cuerpo que yazca mudo en la morgue. Yo por sudario quisiera las manos de mi madre, morir antes que ella y engendrarme de nuevo en su vientre, volver a ser niña y no tener ni idea de que en las lavanderías de los hospitales la muerte se apila en cajas de cartón junto a los inodoros.
Los Rosenberg fueron ejecutados el viernes 19 de junio de 1953. En una última carta a sus hijos Robert y Michael, de seis y siete años, escribieron: “Vuestras vidas os enseñaran, también, que el bien no puede florecer entre el mal, que la libertad y todas las cosas que contribuyen a una vida plena y que merezca la pena a veces cuestan muy caro”.
Un grupo de personas, muchas de ellas francesas, cantando en la calle de Espoz y Mina, junto a la Puerta del Sol, después de que cerrasen los bares por el toque de queda a las 23 horas Madrid, 26/03/2021
El rebaño bala el rebaño muge el rebaño vota el rebaño sólo se despeña por pánico jamás por rabia.
Autor: Felipe Zapico
Fotografías de Olmo Calvo
(05-03-21) Un bar del centro de la ciudad de Madrid antes del toque de queda