Desnuda está la tierra,
y el alma aúlla al horizonte pálido
como loba famélica. ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?
¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!… En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre… El sol murió… ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?
Autor: Antonio Machado
“No. Yo no puedo, aunque quiera, perdonar, ni olvidar, ni… Perdonar, ¿por qué? ¿Acaso han pedido alguna vez perdón ellos? No odio, aunque sí odié; no quiero revanchas, aunque en otro tiempo las deseé. No lo deseo, pero cuando por desgracia a algún descendiente de aquellos franquistas le sucede algo irreparable, no siento el más mínimo sentimiento de pena por él; siento lo mismo que cuando pisoteo una hormiga, me quedo absolutamente indiferente. Sé que estas palabras parecerán a ciertas personas poco ejemplarizantes, llenas de rencor; pero no, no me importa lo que piensen, no siento rencor alguno, ni alegría, ni nada hacia ellos, simplemente un profundo y absoluto desprecio. Nunca fui hipócrita, ni pienso serlo; ellos, con sus hechos y comportamientos a lo largo de estos años, lo han merecido. Es mi opinión. No creo que nunca, a pesar de los esfuerzos realizados por tantas y tantas personas de bien, se llegue a hacer la más mínima justicia sobre tanto dolor, escarnio y humillación realizados sobre millones de españoles por los sinvergüenzas más grandes que este país ha tenido”
(Amadeo Gracia Bamala, fragmento de la carta remitida al diario “El País” en 2003)
La fuerza dramática de la imagen reside esencialmente en sus tres protagonistas infantiles. En esta instantánea se muestra la crueldad y los sufrimientos que sufrió el exilio republicano primero en la contienda civil, luego en su estancia forzosa fuera de su país y más tarde a su vuelta a España.
Es una fotografía ampliamente difundida, que se ha convertido en una de las imágenes más simbólicas y sobrecogedoras del drama del exilio. Es el crudo espejo de la precariedad, la miseria y la dureza con que miles de republicanos cruzaron la frontera, a pie, extenuados por la guerra y la derrota. Esta fotografía, obra de Roger Viollet, salió publicada el 18 de febrero del 1939 al Illustration. Cómo toda fotografía, tiene su historia detrás.
La familia que aparece a la fotografía es la familia Gracia Bamala. En primer término, el padre, Mariano Gracia, con una hija coja, Alicia. En segundo término, dos hermanos más de Alicia: el pequeño, Amadeo Gracia, sin pie; y el grande, Antonio. De los tres hermanos, este último es el único que salió ileso del bombardeo que vivieron cuando vivían en Monzón, en Huesca, su pueblo de origen. A causa de este bombardeo, el 20 de noviembre del 1937, murió la madre de todos ellos, y Alicia y Amadeo quedaron mutilados. Esta imagen fue tomada a principio de febrero del 1939: la familia había pasado la frontera a pie desde Camprodon, había pasado por el cuello de Ares y en este instante se encontraba bajando hacia Prats de Molló. Se pueden preguntar quién es el hombre, también cojo, que coge de la mano el pequeño Amadeo, que en este momento tenía cuatro años (la hermana tenía siete y el hermano mayor doce). Este hombre era un vecino de Prats de Molló, Tomàs Coll, que, en saber que había una familia con dos niños cojos que no se atrevía a bajar hasta Prats de Molló, decidió irlos a buscar. Fue como “un acto de piedad” de Coll, que había perdido la pierna en la Primera Guerra Mundial.
Más información:
“Vencidos de hambre, heridos de alma
enfermos de miedo, muertos de esperanza
de nieve y de frío, llegaban a Francia
corazones rotos, de mudas gargantas
restos de naufragio, de la roja España.
Perdida la paz, perdida la causa
perdidos los sueños, perdida la patria
perdidos de todo, perdidos de España
en tierra de nadie, en campos de rabia”
(Luis Pastor, “Los hijos de España”)