Olvidé apagar la luz antes de salir de casa. Esto pensó mientras pedía otra cerveza. Olvidé pagar la última cerveza. Esto pensaba mientras encendía la luz de su habitación. Olvidé cerrar con llaves antes de salir de casa.
Algo más preocupado miró si había alguien más en su cama y se preguntó cómo habría llegado hasta allí. Se sintió en deuda y no pudo dormir. La inquietud se deshizo de su cuerpo mientras se abrazaba a un fantasma.
Autor: Raúl Muñoz
Ilustración: Laurits Andersen Ring, “La Muerte y la anciana” (1887)
Aquejada por sus males una sombra devuelve el saludo a todos los borrachos que encuentra a su paso. No queda ningún bar abierto cuando se cubre con una bata blanca como si se tratara de un niño perdido para siempre.
Quisiera curar su enfermedad pero no está enferma: el problema es que no hay alcohol suficiente para olvidar.
Nunca llego a tiempo.
En el pasado te amaré
en el futuro te amo
y en el presente te amé
Autor: Cecci Berro
Ilustración de Oscar Santasusagna
DE LOS INNUMERABLES ESCALONES
De los innumerables escalones
que conducen a mi corazón
él subió tan sólo
quizás dos o tres.
Autor: Yosano Akiko
Ilustración de Slawek Gruca
Y cuando al fin comprendas que el amor bonito lo tenías conmigo
No servirá de nada
y a mi no va a importarme
que te arranques el alma pensando en nuestras noches,
que el despecho te cierre las puertas del mundo
cada vez que te besen otros labios,
que de tanto añorar tu corazón se vuelva piedra roja,
fiera enjaulada,
como yo ruego ahora.
Cuando al fin lo comprendas
habré conjurado tu nombre,
y si no pasa nunca,
peor para ti,
que tuviste la maravilla del fuego entre las manos
y no te quemaste.
Autor: Ana María Oviedo Palomares
Ilustración de Lotte Laserstein, “Nude” (Madeleine)
Pierdo la noción del tiempo.
Desaparecen las farolas
y edificios. La gente se disipa.
Todo se queda en silencio.
Entonces sólo estamos tú y yo.
Somos labios que hacen su trabajo
y besan, se aman, se demuestran;
también somos manos que recorren
los típicos caminos color carne.
Somos aquella pareja ausente,
ajena al vecino que sale
a tirar la basura, debidamente clasificada;
aquella pareja que llega tarde a todo,
menos a los besos y abrazos,
que siempre se está despidiendo
porque el adiós no les gusta,
porque despedirse no es sencillo
aunque mañana se vean de nuevo.
Porque decir adiós
suena a ruptura.
Porque decir adiós
no es sencillo.
Autor: Saray Pavon Marquez
Ilustración de Oscar Delmar
TESOROS NATURALES
El hielo que agrietó la piedra.
La sombra del sol que al ponerse
cierra los montes.
El poder de la brisa que formó
la duna cuarenta de Namibia.
El intenso verde de los musgos
del campo inglés.
Las huellas fósiles de una hoja dentada
y del primer animal viviente.
Los glaciares y volcanes.
La ley de la gravedad.
Tu primer beso
mientras buscabas debajo de mi blusa.
Autor: Begoña Abad
Fotografía de Antonio Arissa, “el beso” (1930)
MANCHAS
Las golondrinas y las cigüeñas,
los pájaros más fieles del cielo, ensucian
cuanto tocan al construir sus nidos.
Las mamíferas lamen
sin escrúpulo alguno la placenta,
la sangre donde viven sus cachorros.
Hay mujeres enfermas y hay hombres
que las aman; les sostienen
la sombra en el aseo.
Nada sabe del otro quien siempre lleva guantes.
Para aprender de amor, hay que abrazar
la mancha.
Autor: Martha Asunción Alonso
Ilustración: Montserrat Gudiol, “Dos muchachas, una sentada y la otra detrás” (1986)
2 de mayo de 1981,
Siete y cuarenta y cinco de la tarde.
Hay aguas
que cuando
se rompen para dar a luz
claman a gritos
un flotador al que asirse.
Yo las rompí
anegando las doctrinas
que me hablaban
de no mojarse.
y un cortocircuito de dicha contenida
me reventó.
Ilustración de Margarita Sikorskaia, “Portrait of a Mother II”
A menudo imagino
que vivo en una casa
en las abruptas faldas de una montaña.
De abetos repleta,
que al abrir las ventanas
lavan mis marchitos pulmones
con su savia.
Y nieva en invierno, y en primavera
las amapolas me sueñan
rojas como esta sangre infecta.
La pradera al fondo,
en una misericordia del infinito
con sus lunares de margaritas.
Dentro el calor,
todo este calor naciente de estas manos
que no saben dónde gestar
esa familia que siempre quise.
Quise muchos hijos
para poner con ellos un abeto en navidad,
lleno de bolas y espumillones y muchas luces,
miles de luces alumbrando este cansancio.
La chimenea al fondo como una canción
crepitando cuentos con finales felices.
Esos hijos míos,
no morían en este sueño.
Se hacían juncos abiertos al sol,
que nada ni nadie quebraba.
Los hijos de mis hijos venían a verme
y con sus lenguas recién estrenadas
me llamaban abuela.
Yo les preparaba galletas en el horno.
Y juntos veíamos caer la nieve
atascando nuestra puerta, esa puerta
abierta siempre al regocijo.
Cada uno vive como puede.
Yo
me cambio de traje para otro baile
cuando el maldito griterío de mis guerras
coloniza mi mente.
Necesito que siga la danza
y siempre la misma balada de Sinatra.
“A mi manera”
Entonces lloro y sé que existo.
Quizás encontrar el camino
no sea el problema.
Ni el viaje una variante
de lo estático.
Quizás el problema sea
apuntar al cielo
y no saber si son las nubes
las que se mueven
o me muevo yo.
Ilustración de Andrea Kowch
Hay otros padres que han perdido hijos
y sus rostros son como el mío,
un pozo asustado de vigilias
sueros,
hospitales y pasillos donde jugar al escondite.
A todos nos alcanzó la malnacida,
y desde entonces caminamos contando
hasta cien tras los árboles.
Solo dejamos un pedazo de costado
al descubierto,
el otro se lo ha llevado ella.
Y miramos las estrellas de día.
¿ Quién necesita saber que sus hijos
son una más entre miles y están tan lejos?
Hay una voz hablando por nosotros
y una última palabra que jamás pronunciaremos.
La justicia es un torniquete en el estomago
y sus miradas el triunfo de otras batallas.
Ellos ya enseñaron sus heridas a la noche.
La valentía es cosa de jóvenes.
Nosotros,
escribanos de lo inconcluso.
vigilantes de lo inmortal.
Las heridas curan mejor al aire.
Fotografía de Noell S. Oszvald
Pilar Gorricho del Castillo (Logroño, 1961) cultiva una poesía formalmente clásica que aborda una temática dominada por el claroscuro, referencias bíblicas y cierto academicismo con una poética que no elude el desgarro. Esta introspección es agónica pero, como reconoce la misma autora, aunque no le ayuda a vivir le ayuda no morir.
El año que viene,
seguro,
te compraré el ramo de flores
que con tanto empeño voy tejiendo:
te escribiré, ya era hora, un madrigal
con volutas de humo en el cuaderno;
publicaré una novela
con tu nombre en la portada;
y como no podré darte la luna,
te la pintaré sobre la almohada,
con olor a lavanda y madreselva,
para que te acaricie tus sueños
y te susurre al oído
que te quiero.
El año que viene,
seguro.
Autor: Jesús Vicente Aguirre
Ilustración de Christian Schloe
Reina de mi sangre, voluntad de amargura,
juventud derrotada por un reino de sombra,
te meces en mis brazos como un mar; incesante
como el mar me nombras.
En mí acaba tu cuerpo. Hay palabras oscuras
habitando tus ojos. Desnúdate en mis manos.
Viene la noche. Es
la hora de perderme en tu cabello y tu llanto.
Autor: Antonio Gamoneda
Ilustración de margit fuereder
Y en tus labios
Mi mano sujetaba tu aliento
mientras respirabas abandonada,
suave,
como el calor que despedíamos.
Te volví a besar despacio,
templado,
donde funde la pasión,
y, lentamente, apareció en tus labios,
en un amanecer como de miel,
mi quiéreme.
Una joven
asomada a la ventana
en un barrio periférico
evoca
una playa desierta,
un océano con
piratas vikingos corsarios
marineros dispuestos a tatuar
en los brazos el nombre de una mujer.
La eterna fricción
entre la fantasía
que invoca
el amor de hombres valientes
jacobinos bolcheviques brigadistas
y la verdad
de un verano simple
asomada a la ventana
en un barrio periférico.
Si la revolución no triunfa
exiliarse
a una playa desierta
los dos juntos.
Autor: Javier Solé
Arena dorada, luna plateada
Sentada sola
frente a las olas,
arena dorada
luna plateada,
alcoba desierta
piernas sedientas,
aquí te espero
chiquillo pendenciero,
que sé que no
vendrás a buscarme,
y seguiré sola
frente a las olas,
sentada
sobre la arena,
arena dorada
de aquella playa,
alcoba desierta
de ésta
que será…
El llaç que s’insinua en el teu escot
em recorda la neu que, un cop,
trepitjaren les meves mans.
Viatjo pel blanc coll amb el llavis muts.
A cada cop de síl•laba,
sento la teva respiració.
Em col•loco al teu clatell. Em transformo
en brisa de mar, que s’endinsa
a la terra suau i tendre. Recorro
el cos dur. Silenciós, escric poesia
recordant l’excitació del teu perfum vital.
Avui, no parlaré amb l’ànima.
Avui, parlaré amb el cos
que batega sobresaltat
i que gemega el teu nom
als somnis on et lligo les mans
a la meva geografia, i exploro
el teu abrupte plaer.
Te’m desfàs entre el llençols.
El vent que et surt pel nas, ressona
com la simfonia que s’interpreta
a la teva timidesa.
Avui, no hi ha melangia,
sinó plaer daurat que m’atura
i em fa pensar en com un llaç
pot deslligar versos metafísics,
que sospiren amb tastar
la teva física exquisida;
en com un llaç
por alliberar el que resta
silenciat dins de mots
segrestats.
A la superfície
de la meva pell d’humana
hi ha restes
de saliva, petons, carícies, mossegades,
esperma,
xuclets,
talls, ferides, cops, llagues,
suor, cicatrius,
rascades, sang, crostes, blaus, lesions,
esgarrapades,
bufetades,
varius, butllofes i cremades.
No em calen ni perforacions ni tatuatges,
el meu cos
és un mapa.
Fotografía de Noell S. Oszvald
Mil·límetres
No passa res, no passa res.
Els camins no porten enlloc
però no és greu,
tampoc en sabem res del desert
i bé que hi anem i el fotografiem
i fem com qui el reconeix
i l’entén.
Avui comença alguna cosa.
I sempre que comença alguna
cosa és perquè abans n’ha mort
una altra per deixar-li espai.
Innombrable
Deixa que entri el gos
a ensumar les misèries de la casa.
Que bordi quan olori l’olor gastada
de la roba,
que bordi quan localitzi cabells blancs
flotant per l’aire,
que bordi quan la pols que ronda
les cambres mortes
li enteli la vista i li dificulti els passos,
que bordi quan detecti endolls
precintats
i làmpades amb bombetes foses,
que bordi quan topi amb la memòria,
quan trepitgi
la rajola que amaga un feix de rostres,
que bordi i que s’espanti
quan escolti
les corredisses dels espectres,
quan trobi ombres adherides
a les parets
i crits enganxats al sostre,
que bordi quan s’apropi a la tomba
on dorm la pena
i que calli de cop i i es deixi emportar
quan la pena es desperti
i l’arrossegui.
Anna Gual Vendrell (Vilafranca del Penedés, 1986), poeta esencialista en un estilo duro, directo e interrogativo.
Pel canal obert que deixen les esquenes
baixa com l’aigua el temps de les promeses.
Dormiu i no veieu desfilar els verbs
–còdols que desemboquen a altres mars–:
veureu, fareu, tindreu, viureu, sereu.
No us ho pensàveu, no ho esperàveu,
però el cabal del desencís ha anat pujant
i al llit, sou el que éreu: una parella
que ja no es mulla i va al revés, en desacord,
desfent l’amor, apassionadament.
Ilustración de Jesús Alonso
CERTESA
Saber interpretar què està dient
una piscina deserta quan fa fred,
una nòria aturada un dilluns qualsevol
o el tendal d’aquell circ que ja han desmuntat
-prou d’acrobàcies, de trucs, de màgia.
Entendre i acceptar que són això també:
dies tediosos buits d’atracció,
un paisatge insòlit que amenaça,
que es fa present cíclicament.
Saber-ho és, a la vegada,
acollir la certesa que el teu cos
no serà -no podrà ser- totes les nits
aquesta festa d’ara
Fotografía de Sonia Espinosa
LLOPS
“Un llop
que no sembla
un llop
entra a una casa
toc-toc
devora l’àvia
o la fa fora
de casa,
de casa seva
a la pobra àvia.”
No tinguis por,
és sols un conte.
Res d’això passa,
un conte i prou
–em repetíeu.
Però mai,
mai no us vaig creure.
I ara les notícies
em donen la raó.
Mireia Calafell i Obiol (Barcelona, 1980), en sus poemas desvela el significado de los pequeños detalles de la vida cotidiana y quedan éstos sublimados hasta conducirnos a una revelación. Su poesía amorosa, sutil y con un erotismo calculadamente elegante.
La veo
casi todas las mañanas.
Me siento en un banco
del parque,
y a la misma hora
de siempre,
ella pasa
justo a mi lado,
imperturbable.
Yo la miro
y pienso en que quizá
podría ser el hombre
de su vida.
Ella ni siquiera
me mira.
Nunca lo ha hecho.
Algún día quizás
lo haga.
Quien sabe.
Lo mejor de todo
es que aún
no hemos discutido.
Nadie podría decir
que esto no pudiera ser
un buen comienzo.
Acércate
si tienes cojones
y permíteme
que
te manche
el alzacuello
con carmín.
Sólo entonces
dejarás
de preguntarte
cómo
sería
tu vida
con una mujer.
Autor: Julio Romero
Ilustración de Victor Ostrovsky
CONTEMPLANT EL TEU COS NU
Contemplant el teu cos nu,
imatges del passat tornen a casa
i em fan bé.
No sé si de matí, quan marxis,
encara guardaré l’aroma,
deixa’m ara, doncs, assaborir-la i
restar plàcidament observant-te.
Autor: Carles Cervelló
Ilustración de Anna Marinova
Tú amas la música, yo te amo a ti.
Autor: Agustín Calvo Galán
BAJO LAS SÁBANAS
El miembro
erecto late
cubierto por las sabanas,
enhiesto
bajo el roce de tus nalgas.
Al alba
descubre
tu ausencia
enredado
en un orgasmo
agónico,
solitario.
Autor: Javier Solé
Ilustración: Michael Klein, “the next day” (2008)
Del poemario “El cementerio que habitan los vivos” (ISBN 978-84-9076-351-3)
Ya no me cabe más humo dentro.
Mi cabeza es un cajón vacío.
La monotonía de siempre
como parte indispensable del mobiliario.
La música no consuela,
aburrimiento, rutina.
La droga ya no cura mi espíritu roto.
Echo tanto de menos tu cuerpo abandonado,
tu sexo afeitado,
tus caricias regaladas,
tu boca profunda,
el entusiasmo de tus pechos.
No quiero palabras, ninguna palabra,
las tuyas tampoco.
Solo necesito usar tu cuerpo
un par de veces más.
Solo deseo lascivo,
solo carne
En el pasado fui contable
pero quería ser poeta.
Ahora escribo y cuento
todo lo que va pasando.
A fin de cuentas
es casi lo mismo…
Entre todos los tipos de interés
me quedo contigo,
entero, sin decimales que estorben.
Tú que sumas sonrisas
restas días nublados,
multiplicas las fiestas
y el saldo es siempre positivo.
Debe haber alguno más como tú,
no lo dudo,
planos paralelos sin fisuras,
pero yo, solo tengo en cuenta
compartir asiento contigo
y dividirme si hace falta,
cuadrar mi vida con la tuya
y hacer balance general.
Conciliar tu mirada con la mía,
tus pasivos con mis activos,
tus manos con mi piel.
Registrar en la caja de tus sueños
y urdir poco a poco el inventario
de todos tus besos y caricias.
Y ya, para pagar a cuenta
mi reserva de amor,
me echaré contigo un baile de cifras
infinito y sin razón.
Autor: Lola Alvarez Fito
VAMOS A FOLLAR HASTA QUE NOS ENAMOREMOS
Vamos a hacerlo despacio,
sin prisa ni pausas,
sin rabia y sin miedo.
Vamos a hacerlo deprisa,
con furia y con fuerza,
crujiendo los huesos.
Despreocupados e incrédulos, a golpes y a besos, sin disculpas ni pretextos, sobre el capó de un coche, en la cama, en el suelo, entre gritos desgarrados, pero también en silencio, como niños jugando, como locos, como enfermos, con vicio y con lascivia , como animales en celo, con placer y alevosía…
De un modo salvaje,
suave, sucio, lento,
y hasta la agonía.
Ven, vamos a hacerlo…
Vamos a follar hasta que nos enamoremos.
Ya no tengo edad de volverme loca de amor por ti
y, sin embargo, a veces, mientras te pienso,
me equivoco y echo a remojo las palabras
en lugar de los garbanzos
y luego pongo pimienta en ellas
en lugar de sazonar la carne.
No sé, digo yo si durará mucho este desatino,
pero mientras dura
voy inventando guisos nuevos
para poder degustarte
y he empezado a escribir un libro de cocina.
Autor: Begoña Abad
Ilustración de Andrea Kowch
El día anterior al momento de quererle
Dulce amor
ardemos contemplando
cómo se empañan los cristales
oscureciendo los edificios
mientras nuestras manos
toman otro sentido y la casa
se desgaja de la naturaleza
del mal, hay quienes
mueren a esta hora. Seres dulces
Seduce el centro de la noche
con los brillos de la belleza
y el fuego de la música.
Ávidos, los húmedos labios
vierten cercanos el dulce
desenfreno que omite la costumbre
y en él me abandono
aquí,
frente al lenguaje oscuro
e invisible del sexo.
Autor: Herme G. Donis
Ilustración de Sergey Ignatenko
Te amé como los pistoleros morían.
Con las botas puestas.
NUNCA Hay ojos
que me miran
sin verme,
y manos
que aún
expertas
en adiestramientos
ajenos,
infinitos, quizás,
nunca hallarán
el punto exacto
en que mi geometría
alcanza
la curvatura perfecta,
cuando pierdo entonces
la conciencia
pues sólo de ese modo
mis piernas
alcanzan
la postura
impronunciable
del viento,
y mi espalda
se arquea
y mis manos
buscan
bajo
la niebla
de la respiración
de al lado
un apoyo
donde esconder,
proteger,
aquello
que no tiene nombre:
el presente paralizado
entre dos cuerpos.
La bendita cercanía
vencida por un beso.
Y aún así
hay manos
que desconocerán
siempre
el pliegue
más íntimo
donde
mi cuerpo
se convierte
en una boca hambrienta
y tu cuerpo
en sed infinita.
Hay manos
que nunca,
ojos que
nunca,
nombres que
nunca
sabrán
nunca
jamás
nunca
nada
de mí.
LA CUERDA
Hay cuerdas
colgando
del cielo.
Preparadas, listas,
para encajar
cabezas
con un nudo.
Hay cuerdas
que se convierten
en soga
y
cuerdas invisibles
que anudan
las manos.
La cuerda
luce
recta
hacia
abajo
desde
el cielo
esperando
el momento
exacto
en que los ojos
en búsqueda
desesperada,
alcen
su última
oración
hacia el techo
y justo
entonces
no hallen
mas respuesta
que el hueco
que les ofrece,
limpio,
intacto,
la cuerda
suspendida
en el aire.
La nada
que permanece
invariable,
aquella
que cubre
cabezas
con su manto
blanco.
Firmemente
anudado
tu cuello
entonces
a la eternidad.
Fotografía de Levon Baghramyan
Si pretendes impedir que hable
o piense o diga ambas cosas
debes atar bien fuerte mis muñecas
y coserme la boca con tal brutalidad
que impidas que yo misma
me devore los labios
hasta escupir todo silencio.
He de decirte que tengo
cierta tendencia a romper toda atadura
y alzarme de nuevo desde la nada.
Y contra esto he de decirte, también,
es imposible cualquier intento
de silenciarme.
AUSENCIA DE FE
Perdí la fe.
Me quedé
atrapada
en la red
que teje
la araña
del desconcierto.
La incredulidad
certera
de quien
ha visto
demasiado.
Algo incurable.
Fotografía de Alex Stoddard
Ana Vega (Oviedo, 1977) es una poeta, narradora y crítica literaria. Colabora en periódicos y revistas. En 2008 obtuvo un accésit del XXVI Premio Nacional de Poesía “Hernán Esquío”, mientras que en 2011 fue reconocida con el Premio de la Crítica de las Letras Asturianas. Compagina la escritura con la coordinación de cursos y talleres de creación literaria. Más información en: http://www.anavega.net/
A veces me voy a dormir
deseando despertarme hombre,
hombre que pueda dar una colleja o una palmada en la espalda o un abrazo
denso como un bosque perenne en enero
a otro hombre, y que la amistad sea una fiesta
donde el cuerpo no se sienta obligado
a invitar al sexo,
y el sexo no aparezca como la bruja Maléfica
en el bautizo de la Bella Durmiente,
torciendo la magia con hechizos.
Porque quiero invitar al cuerpo,
porque también el cuerpo escucha
y habla,
deja al sexo en casa,
no quiero ser mujer
delante de tí, amigo, porque es tan fácil el sexo
(si es entre un hombre
y una mujer), tan fácil
caer,
que el noventa por ciento de series, canciones y películas
convenzan a mi frágil conciencia
de que sí, que quiero esto, sexo
con un hombre, para así tras su orgasmo quizá recibir
con paciencia de puta,
lo que, debajo y más allá
del noventa por ciento de series, canciones y películas
yo quería de ti:
ese silencio en los ojos, ese brazo
olvidado sobre el mío y que no importe,
ese decirnos la verdad
como si mentir fuera un idioma extranjero,
y la cordura
mucho más pequeña que la vida.
Si fuera hombre ya hubiera besado a las mujeres
que realmente deseo,
las habría sentido temblar de gusto y de ganas
permitidas,
y hubieran venido hacia mí,
tal y como yo he ido hacia tantos ellos.
Y sí, si fuera hombre,
no hubieran tardado tanto en pagarme
el sueldo que merezco, sí,
y cuando vuelvo de noche
no tendría que repasar mentalmente la ropa que llevo
para calcular cuán más rápido
cruzar la calle donde los bares cierran,
y que yo llamo la calle del miedo.
Si fuera hombre tendría la certeza
de que todos los hombres y mujeres existidos
nacieron por orgasmos de otros hombres,
certeza que como mujer
carezco.
Porque un matrimonio puede tener seis hijos
con seis orgasmos de él
y ninguno de ella.
Los nuestros, cuando existen, salen de tan adentro
de una cueva en cuyas paredes se encierra
la punta de una piedra preciosa
más grande que la misma cueva,
y no es obvio
cómo conseguir diamantes
cuando las cosas no salen para afuera.
Y es triste que pocos hombres lo sepan,
pero es certeza aún más desgarradora
que tan pocas mujeres
sepan que hay algo que ignoran,
sí, es triste
que una se haya acostado deseando
no ser esto.
Cuando nació mi hermana mi padre mandó construir una casa
en lo alto, bordeando el valle.
Pensando en una posible burbuja nobiliaria, mi padre
compró también las tierras delante de cada ventana
para que nadie pudiera levantar en ellas
cosas opacas
que nos separaran de las montañas.
(Desde aquí, le doy las gracias.)
Había árboles viejos
en esas tierras: olivos, almendros,
que miraban a mi padre con la condescendencia
propia de lo antiguo y noble.
Y en el último y más grande trozo de tierra
no había árboles,
y mi padre,
que no tiene paciencia,
preguntó a los lugareños qué árbol crece más rápido,
porque un señor con su castillo y sus tierras requiere también un bosque.
“Pinos”, dijeron. “Pinos”.
Y las princesas jugábamos
debajo de todos ellos, árboles
jóvenes y viejos, y entre nosotras
y las montañas
sólo había bosque y aire
nuevo y fresco, casi crujiente.
Los reyes salían al balcón
a dar proclamas sobre la cercanía de la hora
de la comida
y entonces las princesas corríamos camino arriba
al castillo en la ladera,
mientras abajo, en silencio, los pinos crecían
y arriba
un mantel se desplegaba como una vela
o un dosel.
Cuando ya no fui princesa,
y el castillo era una casa rural
que no marchaba bien,
me encontré, de repente, en el grupo de pinos
demasiado pequeño para ser nombrado bosque.
Eran los únicos árboles de mi generación,
y las mismas manos que solían levantarme
para subirme a una silla como un pequeño trono,
habían hundido las raíces de esos árboles
en la tierra que heredábamos,
el mismo padre, el mismo crecer rápido
no pude sino abrazarme
a esos hermanos de corteza áspera
agradecida de que fueran menos frágiles
menos efímeros
que los reyes y los reinos
de los humanos. Todos
habíamos crecido
para sabernos pequeños. Para saber que moríamos.
Que no era real la realeza,
era real la realidad.
Ilustración: John Ottis Adams, “The Old Mills of Brookville”
Adriana Beltrán (Barcelona, 1985) trabaja en la actualidad escribiendo teatro y canciones infantiles y guardándose la poesía más adulta para los fines de semana.