Un conjunto escultórico instalado en 1977 en el acantilado que cierra la playa de Ondarreta se ha convertido en el icono más reconocible de Donostia.
Se trata de tres grandes esculturas de acero, obra de Eduardo Chillida, insertadas en la roca, presentando batalla al duro oleaje de la zona.
Según palabras del propio autor, la intención era que el viento se peinara antes de entrar en la ciudad.
La instalación fue complicada por el peso de las ‘tenazas’ o ‘peines’ que conforman la escultura. Hoy, tras más de tres décadas aguantando el agua, el viento y el salitre, el óxido se desparrama por la roca y da a al conjunto la respetabiliad que sólo el paso del tiempo otorga.
La plaza en la que se encuentra la obra de Chillida es conocida como Plaza del Tenis. De manera sutil y elegante, esta explanada se construyó adaptándose perfectamente a la geografía rocosa del lugar, creando un emplazamiento perfecto para contemplar el azotar del viento y las olas contra las rocas y piedras de la costa guipuzcoana.
Los adoquines de piedra fueron los elegidos para cubrir el espacio, que consta además de varias plataformas escalonadas, desde las que podremos disfrutar de diferentes perspectivas del mar Cantábrico. Por otra parte, el arquitecto empleó unas viejas alcantarillas colectoras situadas bajo la plaza para crear unas sencillas fuentes de agua. Utilizó de manera inversa el mecanismo colector, de manera que el agua que se internaba bajo la explanada salía expulsada con fuerza a través de los adoquines de la misma.
¿El mejor momento para visitarlo? Sin duda los días de temporal, ya que seremos testigos de cómo el viento azota con fuerza las esculturas que tratan de peinar el aire antes de que se adentre en San Sebastián.
Sin duda alguna, el Peine del Viento se trata de una increíble obra de arte, convertido en el emblema de una ciudad espectacular. El mar, las olas y el viento se entremezclan y funden con el arte en un paraje de lujo, del que los donostiarras se sienten especialmente orgullosos.