el suicidio (XVIII): Lugones, estirpe de sangre

Lo que aquella tarde me cambió la vida
dejándola a la otra atada
fue una joven suave de vestido verde
que con dulce asombro me miró callada

(Fragmento poético de una carta de Leopoldo a Emilia)

Olas grises

Llueve en el mar con un murmullo lento.Rene Magritte - at pistol river
La brisa gime tanto, que da pena.
El día es largo y triste. El elemento
duerme el sueño pesado de la arena.

Llueve. La lluvia lánguida trasciende
Su olor de flor helada y desabrida.
El día es largo y triste. Uno comprende
Que la muerte es así…, que así es la vida.

Sigue lloviendo. El día es triste y largo.
En el remoto gris se abisma el ser.
Llueve… Y uno quisiera, sin embargo,
Que no acabara nunca de llover.

Ilustración: Rene Magritte “at pistol river”

Leopoldo Lugones

Leopoldo Lugones (1874-1938) fue un poeta argentino.  Hombre de vasta cultura, fue el máximo exponente del modernismo argentino. Su estilo literario era ampuloso, repleto de soberbia y la suntuosidad del modernismo. Firme partidario de las élites y el rol dirigente de las minorías ilustradas, tuvo una evolución política particular que oscila desde el anarquismo y el socialismo hasta retroceder hacia posturas más conservadoras: tras un breve período de adscripción al pensamiento liberal, se inclinó decididamente hacia la derecha y acabó convertido en uno de los principales valedores del fascismo argentino (en 1924 proclama que había llegado “la hora de la espada”).

El 18 de febrero de 1938 se quita la vida en un recreo del Delta de Tigre, llamado El Tropezón, al ingerir una mezcla fatal de whisky y cianuro.

En su mesa, como imagen espartana de su vida, había una botella de whisky a medio consumir, un vaso de agua intacto, una carta y un artículo inconcluso. La carta no decía nada en absoluto sobre los motivos de la muerte. Sólo alertaba que el difunto era dueño de sus actos. Fuera de eso, pedía que lo enterraran sin cajón y sin lápida.

Nunca se sabe con certeza qué es lo que lleva a un hombre a quitarse la vida. Se supone que vivir se ha transformado en una carga insoportable, se supone que los llamados mecanismos de defensa han sido rotos, se suponen muchas cosas, pero la causa íntima nunca llega a saberse del todo, es un secreto, un secreto que posiblemente el mismo suicida desconozca.

Al momento de morir Lugones era un hombre con muchos problemas. Problemas personales, económicos y afectivos. También problemas políticos. Pero nadie se mata sólo porque tenga problemas. Todos coinciden en señalar que la relación amorosa con Emilia Cadelago, una jovencita muchos años más joven que él, fue el desencadenante.

En 1926, Emilia Cadelago era una tímida estudiante de letras que se acercó a Leopoldo Lugones pidiéndole un ejemplar del agotado Lunario sentimental, texto que necesitaba para hacer un trabajo en el Instituto del Profesorado. El tenía 52 años y la convirtió en “su “Aglaura”, diosa griega que representa lo espléndido, la brillantez. Así la llamaba en sus cartas y poesías, llenas de diminutivos y erotismo.

O, mejor, fue su propio hijo Polo quien desencadena la tragedia.

Lugones en sus buenos tiempos, se jactaba, con la soberbia que lo distinguía, que era el marido más fiel de Buenos Aires porque todas las noches dormía en su casa. Se olvidó claro, que las relaciones extramatrimoniales se consuman a la hora de la siesta. Cuando lo advirtió ya era tarde. Su hijo, quien había tomado al pie de la letra sus alardes de fidelidad, la amenazó a ella con detenerla y a él con internarlo en una psiquiátrico. La amenaza era para tenerla en cuenta. Se trataba de un policía torturador que siempre cumplía con lo que se proponía.

Emilia Cadelago se ocupó de decir a sus pocos confidentes que el comisario Lugones era responsable de aquel desenlace. Según contaba fue él quien detuvo el romance tardío del viejo, amenazando a la familia de la chica: de continuar, decía, metería a su padre en un manicomio. La amenaza era para tenerla en cuenta. Se trataba de un policía torturador, un sádico infernal, que siempre cumplía con lo que se proponía.

Polo era comisario y su aporte a la cultura nacional fue la incorporación de la picana eléctrica a los interrogatorios políticos. Polo Lugones fue torturador y algo más que torturador. Mientras tanto la relación con su padre fue cada vez más agresiva. Según se cuenta, en una oportunidad el padre le dice al hijo: “Haber escrito “Lunario sentimental’ y haberte engendrado a vos fueron los errores más grandes de mi vida”. Lo que se dice un padre amoroso. La respuesta del hijo fue breve pero demoledora: “No te preocupes, padre, nadie te los atribuye”. Demoledora y, a decir verdad, talentosa, perversamente talentosa. Jamás en mi vida he leído una manera tan elegante y siniestra de acusar al propio padre de plagiador y cornudo.

Dejaron de verse, pero Emilia lo amó hasta el final de sus días. Tanto, que pidió que, a su muerte, colocaran en su ataúd un pequeño gato de peluche que Lugones le había regalado.

A la hora de indagar sobre las causas tampoco puede descartarse lo que se llamaría una inclinación genética. Sus descendientes no han escapado a este sino trágico. Su hijo Leopoldo Lugares (1897-1971), se suicida tras una vida dedicada a infringir dolor a sus semejantes. Tuvo dos hijas, Susana (Piri) y Carmen (Babú).

Pirí (1925-1979), la menor de sus hijas, fue mentora del mundo cultural y literario de Buenos Aires. A comienzos de los 70, cuando el clima político se había enrarecido, Pirí optó por la revolución. A los 50 años se hizo montonera El 24 de diciembre de 1978 fue detenida, secuestrada y torturada por los militares de la dictadura. Mantuvo hasta último momento su sentido del humor y con sorna le decía a sus verdugos que ni siquiera eran capaces de torturar como su padre. Hay testimonios que indican que murió un 17 de febrero. Y aunque pudo haberse suicidado como su padre y su abuelo, antes de que la apresaran, optó por no hacerlo. Como si pretendiera escapar a su sino. El destino quiso que su hijo Alejandro se suicidara también en El Tigre.

Puede no ser una cuestión de genética. Han pasado por aquí un poeta engreído, un policía sádico y una montonera inquieta. Dos suicidios y un asesinato; pero es probable que el hijo “matara” al padre de la misma forma que la espada que levantó el abuelo fuera la responsable de la muerte de su nieta. Estirpe de sangre emponzoñada.

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