la vida y la muerte (217)

Disfrutábamos
una mañana permanente
un amanecer disuelto en la niebla
el espíritu
se evaporaba con el aire
y nosotros
. . . . . corríamos
escondiéndonos entre las viñas
ocultándonos debajo de las ramas muertas
procurando el consejo
. . . . . de los arroyos efímeros
recorriendo, sin prisas, las veredas

siempre hacia el norte
siempre hacia el lado donde nace el musgo
sorteando cadáveres que se descomponían
. . . . . ante nuestros ojos
comidos por las alimañas
pero era todo verde y hermoso
no temíamos a los lobos
ni a los duendes
ni al hombre del saco
en todo
. . . . . estábamos nosotros
en una intemperie gélida
nosotros no parábamos un instante
corríamos con los pies rotos y corríamos
. . . . . con los pies de fuego

confiábamos en que la vida siempre
podía seguir creciendo
todavía
no sabíamos que las cosas que mueren
ya no vuelven nunca.

Autor: Angel M. Alcalá

Ilustración: Edgar Ende, “El espejo en el espejo”