Las gentes del mar tienen en Gaztelugatxe una de sus atalayas más sagradas. Sobre un islote rocoso golpeado sin tregua por las enfurecidas olas del Cantábrico, se asienta la ermita de San Juan Bautista, un austero templo donde el paisaje y el propio mar adquieren una dimensión desconocida, casi sobrecogedora. Un estrecho puente de piedra da comienzo al espectacular Via Crucis que, como una réplica de la Gran Muralla China, trepa hasta lo alto del promontorio. El rugido del mar, que golpea contra los acantilados, nos acompaña en la ascensión de los más de 200 escalones que llevan hasta la ermita.
Gaztelugatxe es un islote de la costa vizcaína unido al continente por un puente de dos arcos. La costa vizcaína en este lugar es agreste. El mar trabaja sin cesar erosionando la roca, areniscas y duras calizas de arrecife, y tallando en ella túneles, arcos y cuevas.
El acceso es espectacular. Un estrecho camino que parte de tierra firme y cruza sobre las rocas por un puente de piedra permite llegar hasta la zona superior del islote después de ascender 237 escalones, aunque según distintas fuentes son 229 ó 231. El camino se encuentra asimismo jalonado con las sucesivas estaciones de un Via crucis.Todos recordamos el agotador regreso ya que un exceso de prudencia nos sugirió dejar el vehículo en la zona superior de la carretera lo que se tradujo en un doble via Crucis; el propio del ascenso a la ermita y al que nos obligaba nuestra cautela.
A la tradición de subir y tocar trece veces la campana para pedir un deseo o ahuyentar a los malos espíritus se unen otras más. Los barcos de pesca bermeanos cuando salen a faenar suelen realizar varios giros a babor y estribor para que el santo les de suerte. Las mujeres que sufren algún problema relacionado con la fertilidad suelen acudir a este lugar en la creencia que el Santo les ayudará a solventar dicho problema. A los huecos de las escaleras, identificados como las huellas de San Juan, se les otorga diferentes poderes curativos, para beneficiarse de los mismos hay que meter los pies en ellos buscando que curen los callos o se dejan sombreros, pañuelos o txapelas para curar el dolor de cabeza.
La tradición cuenta que San Juan Bautista llegó a tocar tierra en este punto de la costa vasca dejando sus huellas marcadas en la roca en cuatro lugares diferentes. Cuenta también que en las cuevas del peñón la inquisición encerraba a los acusados de brujería.
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Este lugar es sencillamente espectacular, como espectacular también es el camino de regreso después haber subido uno a uno cada peldaño hasta la ermita.
En mi caso le echamos un poco de cara y dejamos el coche lo más cerca posible del lugar, algo que no se puede hacer, pero parece que le caímos bien al chico que hacía guardia en la caseta y no tuvimos problema 😀